sábado, 16 de julio de 2011

Todos tenemos días negros.

Cuando perdemos algo, no siempre nos damos cuenta de inmediato del valor que tenía para nosotros y, cuando nos damos cuenta, ya es demasiado tarde para hacer algo al respecto. Entonces, amigos míos, llega la culpabilidad, el arrepentimiento y las ganas de cambiar el pasado para reescribir la historia de nuevo, algo que nadie puede hacer y que nos tortura en estas situaciones...¿y si no hubiera dicho esto? ¿Y si no le hubiera permitido creer....? Tantos condicionales que se quedarán en eso, condicionales.
Sin embargo, cuando escribimos sí podemos cambiar la historia, podemos hacer que, durante unos segundos, ese momento que nos tortura desaparezca y se transforme en otro más feliz y que nos hace menos daño. Pero, no os equivoquéis, esta práctica es solamente un analgésico que calmará el dolor durante un par de horas, quizás tres si tenemos suerte, pero luego el dolor regresará con más fuerza, dejándonos sin respiración e impidiéndonos ver lo que tenemos a nuestro alrededor. Entonces, amigos míos, comenzaremos a volvernos crueles, insensibles en el mejor de los casos, porque no querremos notar esos pinchazos agudos que atraviesan el pecho y nos hacen sentir como si nos estuviesemos muriendo por dentro; no queremos dejarnos llevar por la realidad y descubrir un día, al despertar, que nunca jamás hemos avanzado, que seguimos atascados en el mismo punto...
Ultimamente yo soy de estas, por lo visto no consigo avanzar como debería, me he quedado atascada en un pasado que me hace daño y me impide pensar con claridad cada vez que acuden a mi mente los recuerdos. Me torturo diariamente.Me torturo por algo que sé no es culpa mía, pero creo que podría haber hecho algo para impedirlo y , entonces, cómo os he dicho llega ese sentimiento de culpa que me hace verlo todo demasiado negro como para seguir adelante. Por eso comencé a escribir este blog, para liberarme de ese líquido negro que mi corazón supura y que me hace llorar como una auténtica cría, porque la literatura, amigos, la literatura ha sido mi flotador en una tormenta que no acaba y, aún hoy, después de varios meses y varios años de sufrimiento ininterrumpido sigo agarrándome con fuerza a este flotador formado por letras que al unirse forman mensajes que calman mi corazón, arrullan mi alma y me hacen tener un pensamiento positivo de vez en cuando.
Hoy, sin embargo, este maldito corazón mío ha vuelto a despertarse inundado en negro y he vuelto a pensar en el pasado, y he vuelto a sufrir por ello...¡maldito corazón masoquista! No puedo olvidar, no puedo avanzar y en estos momentos me siento terriblemente sola, por eso escribo y por eso dejaré aquí, en este corazón virtual, un recuerdo de cómo puede llegar a sufrir el ser humano sin que nadie a su alrededor lo note.
Aquí os dejo un relato que he escrito y que se adecua a este sentimiento. Espero que os guste porque la historia es 100% real, aunque he cambiado los nombres para evitar problemas.

     © Tamara Díaz
     (Reservados todos los derechos)


Cambiar la historia.
Suena el timbre. Debe ser ella. Mi mejor amiga. ¡Ja! La que era mi mejor amiga, porque sé que nuestra amistad ha terminado incluso antes de que entre por la puerta y me sonría  estúpidamente antes de poner en mis manos el regalo de cumpleaños. Ese regalo manchado de mentiras, de lágrimas y del dolor de un corazón que ha descubierto el odio en una persona a la que quería. Insiste. ¿Abro o mejor la ignoro? Debería ignorarla y ahorrarme así la discusión, debería dejarlo, seguir viviendo esta mentira que me hace tan feliz, pero mi orgullo puede más que mis deseos y veo ya cómo mi mano se dirige inexorablemente al pomo de la puerta. Descorro el cerrojo, abro y ahí está. Se ha teñido el pelo, un consejo de esa otra persona cuya presencia sólo ha conseguido enturbiar las tranquilas aguas de mi vida, trayendo a la superficie mil recuerdos, mil decepciones, mil sentimientos que yo mantenía bien encerrados, hundidos en las profundidades de mi alma, allí dónde la vista no sirve.
- Hola.- le digo con frialdad, mi mirada fija en su cara, intentando averiguar el por qué de su traición.- Te has teñido, te queda bien.- sueno tan falsa que me doy asco, realmente quiero gritarla: "¿Por qué cojones te has teñido? ¡Estabas más guapa antes!", pero sé que sería inapropiado, o quizás mi orgullo no me lo permita.
- Te he traído un regalo.- dice ella, la voz débil, las manos húmedas de sudor y los ojos fijos en mi cara...¿Qué estará viendo que la provoca ese terror?
- Gracias.- intento una sonrisa, pero creo que sólo he conseguido esbozar una mueca deformada de lo que debería ser una sonrisa. No, no estoy feliz y desde luego no quiero ese maldito regalo.- Pasa, por favor.
Ahora llega ese momento del que sé que me arrepentiré toda mi vida. Intento retrasarlo, dejando el regalo en silencio sobre la mesa. Lo miro de nuevo y pienso que los regalos están sobrevalorados...yo habría preferido mil veces un abrazo y un lo siento, una disculpa sincera por todo el daño que me ha causado en unas solas horas, por traicionar una amistad de doce años por culpa de los chismorreos de una loca. En fin, no puede retrasarse más. Estoy fría y tensa, lo noto, igual que ella lo nota; lo veo en su cara, me recuerda a mi perro cuando voy a regañarle y él ya sabe que ha hecho algo malo... Culpabilidad
- Tenemos que hablar.
- Sí, claro que tenemos que hablar.- me dice con voz firme, aunque puedo notar un ligero temblor en ella.- Tamara yo...
- ¿Por qué? - esa es la pregunta que llevo todo el día deseando hacerle. No quiero oír excusas idiotas, solamente la verdad, quiero saber por qué me ha hecho daño a mí que la he defendido durante años, yo que he estado a su lado siempre que me necesitaba y por qué ha elegido el día de mi cumpleaños para hacerlo.
- Tu novio y yo no nos llevamos bien, eso ya lo sabes y...me he enterado de cosas que ha dicho sobre mí.- noto su voz temblorosa, creo que quiere creerse esa estúpida historia y eso me pone histérica.
- Mi novio no ha dicho nada malo sobre ti.- digo con la voz cargada de acusaciones y reproches.- Y, de todas formas, ¿quién te ha contado esa historia? ¿La rubia? ¡Ja! Parece mentira que no sepas cómo es, tú misma decías que era una manipuladora y ahora te crees a pies juntillas lo que dice...
- Tu novio no me aguanta y sé que Marta no me mentiría en eso.- se defiende ella bajando su mirada al suelo, señal inequívoca de que me está mintiendo.
Suena la puerta del garaje y yo ya tengo los ojos inundados en lágrimas de decepción. La miro de nuevo y me levanto para ver quién ha llegado. Es mi madre. No quiero discutir esto delante de ella, así que vuelvo junto a Cris y la miro.
- Subamos a mi habitación.- sugiero y veo cómo ella se levanta pesadamente y me sigue hacia las escaleras.
Nunca se me ha hecho tan largo el camino del salón a mi habitación. Subo las escaleras con pesadez, como si llevase una piedra gigantesca sobre los hombros y tuviese que luchar con ella cada vez que subo un escalón. La parte de arriba está a oscuras y sonrió al pensar que está acorde a mi estado de ánimo, qué cosas. Abro la puerta y entro, me siento en la cama y pongo una silla delante para que ella se siente. No quiero perderme ni uno solo de sus gestos, porque necesito saber qué es lo que realmente piensa.
- Explícame por qué.- estoy obsesionada. No me creo nada de lo que dice, porque no quiero creer que ella sea así, tan superficial, tan falsa y tan cruel.
- He hablado con Marta y ella me ha contado ciertas cosas que habéis dicho sobre mí.- empieza ella y noto que está nerviosa por la forma en que mueve sus manos sobre el regazo.- Si sólo lo hubiera dicho tu novio...¡pero tú también has dicho cosas!
- ¿Qué cosas? - pregunto yo, intentando luchar con las ganas que tengo de darla un bofetón para que entre en razón.
- Que mi madre es gilipollas, por ejemplo.
- ¡Ah! Claro, muy lógico...y, según la rubia, ¿por qué he dicho yo que tu madre es gilipollas?- no me lo esperaba y casi tengo un ataque de risa... ¿meterme con su madre? ¿Cómo puede creerse eso?
- Un día hablando de que mi madre siempre iba a recogerme cuando yo no tenía carnet, dijiste que mi madre era gilipollas, que tus padres nunca lo harían.
- Falso.- contesto yo y creo que el tono de mi voz prueba que estoy realmente cansada de aquello.- En ningún momento me he metido con tu madre, nunca se me ocurriría meterme con ella y si realmente crees que he hecho eso, entonces significa que me he equivocado contigo. ¿Qué más mentiras?
- Que tu novio dijo que yo era lesbiana.
- De nuevo, falso.- suspiro yo, empiezo a creer que mi amiga es tonta de remate.- El que dijo eso y no hablo de un tiempo cercano, ni siquiera estaba saliendo con Marta, fue Víctor, su adorable novio. Y, hace poco, volvieron a decirlo...tu gran amiga Marta entre ellos. A ver, ¿qué más acusaciones falsas tienes?
- Tú te aprovechas de mí. - un golpe bajo para alguien que sabe que me siento culpable de no tener dinero suficiente para hacer ciertas cosas.- Siempre saco yo el coche cuando vamos de compras...
- Tú te ofreces, así que no me jodas.- estoy enfadada y lo noto, siento mi corazón palpitar dolorosamente mientras miro a los ojos de esa persona que se sienta frente a mí y que me he dado cuenta de que no conozco.
He desconectado. Solo veo sus labios moverse y oigo lo que dice, pero no me importa. Ya he tomado una decisión y no va a ser fácil. La miro, creo que el asco que siento hacia ella y sus mentiras se está reflejando en mi cara; veo las lágrimas asomando a sus ojos y noto mis propios ojos húmedos y ardientes, pero no pienso derramar una sola lágrima delante de ella porque no se lo merece. Me levanto y la miro.
- Vete de mi casa.- he sido seca, demasiado ruda y áspera, la he sorprendido por lo que parece, pero no me importa.- Quiero que te marches de mi casa y que recuerdes esto: yo siempre he estado ahí y seguiré estando aquí cuando te des cuenta de que te han manipulado; pero, y escucha bien esto, no te aseguro que quiera volver a ser amiga de una persona como tú.
Está llorando y siento cómo mi corazón se rompe en añicos, porque son demasiados años juntas como para no sufrir al verla así, por mucho daño que me haya hecho. Abro la puerta de mi habitación e intento parpadear lo menos posible para que las lágrimas no se escapen de mis ojos. Bajamos las escaleras en silencio y, al llegar abajo, la miro y me encamino al salón. Mi madre me mira con sorpresa, pero no hace preguntas. Cojo el regalo, aún envuelto, y se lo pongo a Cris en las manos.
- No quiero tus regalos.- le digo y abro la puerta de la calle para que se marche.- Vete.
Puedo sentir el momento exacto en que mi corazón se rompe en mil pedazos. Cuando la puerta de la calle se cierra y dejo de ver la espalda de mi amiga, dejo de luchar contra las lágrimas y permito que resbalen por mis mejillas. Siento que el aire me falta y los jadeos se mezclan con los llantos. Noto los brazos de mi madre rodeándome y diciéndome: "No pasa nada, cariño, no pasa nada"; tal y como hacía cuando era pequeña. Pero en esta ocasión si que pasa, porque Cris era mi mejor amiga, mi única amiga, y ahora ya no está. La he perdido por culpa de esa estúpida rubia con ínfulas de diva, una chica que nisiquiera me cae bien y con la que quedaba para satisfacer a mi novio, amigo del novio de la diva. Y no sé cómo empiezo a culparle a él. Me siento horriblemente mal y decido salir de casa, necesito respirar. Me pongo los cascos y echo a correr por el camino. Cada canción es una puñalada en el corazón, todas ellas son recuerdos de una amistad que se ha roto por culpa de las mentiras. Necesito hablar con alguien, pero ya no me queda nadie y eso hace que mi corazón se estremezca, vuelvo a notar que me falta el aire; me detengo y corro hacia uno de los árboles, es un rincón mágico, alejado de la civilización, tranquilo...Me dejo caer en el suelo y apago el reproductor. Necesito hablar con alguien y sólo me queda una persona: él. Busca su número en el teléfono y le doy a llamar. Un timbre, dos timbres, tres timbres, cuatro...y así hasta diez. No me coje el teléfono. Cierto, había quedado con una compañera del curro...pero él sabía que esta tarde iba a hablar con Cris y que quizás necesitase apoyo. No puedes fiarte de nadie.
Estoy sola, sin nadie con quien hablar y es el día de mi cumpleaños. Maravilloso. Siento que el llanto vuelve otra vez, intento sofocar los sollozos porque estoy harta de llorar. Es mi cumpleaños y no he tenido regalos, solamente decepciones. No te puedes fiar de nadie. Enciendo de nuevo el reproductor y pongo mi canción favorita, "Breath me" de Sia, muy adecuada para mi estado de ánimo, porque yo también necesito que un amigo me dé aliento, me abrace y me haga olvidar ese dolor que atenaza mi pecho. Mala idea. Vuelvo a llorar al darme cuenta de que no tengo amigos que me abracen, porque acabo de echar de mi casa a mi única amiga. Bien por mí.
Es en este momento cuando pienso que podría haber sido de otra manera. Cris habría llamado a la puerta, yo habría abierto y habría sonreído al ver el regalo; entre risas habría desenvuelto aquél paquete para encontrarme con algo que, aunque no me gustase, sería el regalo más maravilloso del mundo. Las dos reíriamos, subiríamos a mi habitación y nos pondríamos a cotorrear, quizás, incluso, bajaríamos al pueblo y la invitaría a tomar algo por mi cumpleaños. No habría lágrimas, ni traiciones, porque jamás me habría hecho una cuenta en Tuenti ni habría salido con Marta, le habría dicho a mi novio que no me gustaba y que pasaba de ver su cara de cerda. Quizás si hubiese hecho todo eso, quizás si pudiera volver atrás, quizás habría cambiado la historia y ahora yo no estaría así, con el corazón roto y ensangrentado entre mis manos.

4 comentarios:

  1. Guauu un relato muy pero que muy duro. Pero sabes? pienso que esta historia no tiene punto y final. Una amistad tan intensa no se puede romper por malos entendidos, no cuando hay arrepentimiento por ambar partes y es evidente lo mucho que se necesitan. Estoy deseando (y te lo digo en serio) de leer la parte que falta donde narras el rencuentro de estas dos grandes amigas. Un besazo muy grande y que sepas que todos en algún momento nos sentimos de forma parecida por lo que no estás sola xd. Cuidate linda.

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  2. Por desgracia, no creo que ese relato acuda a corto plazo, pero yo también espero, no, mejor dicho, deseo que algún día pueda escribirlo, sería una buena forma de finalizar un capítulo.
    Muchas gracias por tu comentario y sí, ya se que no soy la única que se siente así y me alegro mucho de haber encontrado a gente con la que me puedo sentir identificada y que me comprende.
    Un beso a ti también, guapa!

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  3. Ufff...menuda historia. De perdidas y rupturas sé un poco, y también he perdido a personas importantes para mi por culpa de de terceras personas, de malentendidos y por no hablar a tiempo. Hay una palabra mágica que cuesta mucho decir y que a veces es tan necesaria como el respirar, ya sabes de la que te hablo, le dediqué toda una entrada.
    No te preocupes, todo vuelve a su sitio, las cosas se arreglan, puede que tarden, pro se acaban arreglando.
    Te diré algo que he aprendido a fuerza de golpes, los amigos de verdad siempre van a estar ahí, incluso enfadados, porque si los llamas y les dices que los necesitas, acudirán. El amor va y viene, unos se quedan y otros no, a veces tu los quieres más que ellos a tí, y anteponen sus cosas a las tuyas y por amor lo permitimos. Hay que saber darle a cada uno su lugar, y no sacrificar a uno por el otro, por si acaso.
    Un beso!!!

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  4. Ains...la intervención de terceras personas es lo peor, aunque para mí es más doloroso ver cómo una persona en la que confías se deja engañar por otra que apenas conoces...¿Quién es más culpable: el que inventa rumores o el que se los cree?
    En fin, me gusta cómo me ha quedado el relato...me parece que tiene lo justo de todo y que es una historia que todos hemos vivido en algún momento (por desgracia).
    Muchas gracias, María, por tu comentario y, por supuesto, los verdaderos amigos son aquellos que están cuando los necesitas, aunque el resto del tiempo se encuentren ausentes. Y ty filosofía me parece la más adecuada...lástima que yo siempre termine tropezando con la misma piedra, pero, en fin, soy humana xD
    Un beso!!

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