domingo, 17 de julio de 2011

Crónica de una tarde en la ciudad eterna: Toledo.


Toledo es una ciudad mágica y, como bien digo en el título, eterna. ¿Por qué? Bueno, si no habéis tenido la ocasión de contemplar la Toledo nocturna, con sus callejas oscuras iluminadas sólo por el resplandor de una luna brillante y hermosa, las iglesias, mezquitas y sinagogas recortándose majestuosas contra un cielo nocturno que las arropa...Entonces, amigos míos, no podréis entenderlo, porque Toledo es hermosa de día, con el sol resplandeciendo sobre sus casas de piedra o sobre los arcos moriscos de sus construcciones, con el calor agobiante que despiden sus suelos gastados por suelas de otras épocas y condiciones; pero Toledo de noche...¡ah! Toledo de noche es una auténtica joya para la mente febril de un escritor.



Ayer tuve la suerte de visitar esa Toledo que te deja sin respiración y te hace soñar con pasear por las calles abandonadas a la noche. Mi andadura por la ciudad comenzó a las 19:15h cuando, armados con un calzado cómodo y una botella grande de agua (una ya sabe cómo es Toledo y no deja nada en manos del destino), llegamos a la entrada de Toledo y nos pusimos a buscar sitio donde aparcar. Muy importante para futuras visitas será aparcar en la entrada de Toledo, evitando entrar en el casco antiguo que es una especie de ratonera para los inexpertos y uno corre el riesgo de entrar en una especie de círculo vicioso consistente en entrar y salir del casco hasta que nos damos por vencidos y pedimos a los dioses que nos guíen en tan elaborada empresa xD En fin, por suerte, conseguimos aparcar a quince minutos de Zocodover (el centro neurálgico del casco antiguo) y, tras una tremenda caminata por calles empinadas y vacías, luchando con  los coches para poder llegar al destino, conseguimos alcanzar la calle del Comercio (una de las arterias que te llevarán a Zocodover). Como no sabíamos muy dónde narices estábamos (yuhuuu me llevo agua y se me olvida un mapa xD), tuvimos que preguntar en una joyería para averiguar en qué dirección estaba Zocodover; al llegar a la plaza, ocupada por personas que intentaba huir del calor despedido por las piedras de las calles, nos dirigimos al Centro de Información para solicitar un mapa y una ruta para poder contemplar el espectáculo de Lux Greco. Hay que decir que en Información nos trataron muy bien, incluso el hombre nos dio la ruta más adecuada para poder volver al coche sin darnos la paliza del siglo (aunque al final te la das igual, ya te lo digo yo).

Una vez informados convenientemente y tras haber cogido un montón de panfletos ( no sé por qué razón es ver panfletos y sentir una necesidad imparable de cogerlos todos xD), salimos de nuevo a la plaza, bajo un sol abrasador. Yo quería hacer un recorrido por la Toledo desconocida, es decir, olvidarme de las grandes atracciones turísticas (que, desde luego, hay que ver porque son preciosas) e ir a los lugares en los que nadie se fija y que para mí son los más bonitos. Así que mi idea era recorrer las callejas de Toledo, porque cada una de ellas tiene un encanto especial que poca gente aprecia y que yo intenté transmitir a mi chico (acompañante durante esta maravillosa visita) y, creo, lo conseguí. 

Mientras caminábamos por ese Toledo corriente y desconocido, yo le explicaba que lo hermoso de la ciudad no son las grandes obras de arquitectura o de arte que esconde en su seno, sino que lo verdaderamente hermoso es entender que aquellas calles por las que andábamos habían sido transitadas por miles de personas de distintas épocas, religiones y condiciones… Quizás una dama de la corte, con su séquito, caminó hace siglos por estas mismas callejas mientras acudía a una cita furtiva con un joven sin nombre ni oficio; quizás, ahí, en ese rincón, dos jóvenes enamorados se juraron amor eterno antes de que él partiera a la guerra o quizás lucharon por el predominio de su fe un musulmán y un cristiano… Tantas posibilidades se esconden entre esas piedras, tantas historias por escribir y tantas realidades que han quedado ocultas por el paso del tiempo. Pero mientras hacíamos este recorrido tan especial, vi un cartel que anunciaba una exposición de la que ya había oído hablar: Antiguos instrumentos de tortura; y, ¡ah casualidad!,  estaba a pocos pasos de donde nosotros habíamos ido a parar en nuestro caminar errante. Decidimos entrar y, al entrar, vi que había otra exposición interesante….Templarios y otras órdenes militares Parecía que los dioses se habían puesto de acuerdo para tentarme y yo no sabía cuál de esas exposiciones quería ver por encima de la otra cuando, de nuevo casualidades de la vida, vemos que existe una entrada mixta… ¡por 4,50€ (con carnet de estudiante, eso sí) podemos ver las dos exposiciones! Un plan perfecto, aunque, claro, no contamos con el factor tiempo…las exposiciones cerraban a las 9 y nosotros entramos en la primera a las 8.35 xD

La exposición sobre los instrumentos de tortura fue…espeluznante, la verdad. Tener ante tus ojos todos aquellos instrumentos que, reconstruidos u originales, sirvieron para causar un sufrimiento indescriptible a personas acusadas de los delitos más variados…te pone los pelos de punta. Además, cada uno de esos instrumentos va acompañado de una explicación detallada de cómo funcionaban y qué hacían exactamente, lo que causaba exclamaciones continuas de:¡ joder, qué bestias!¡auch…qué dolor! . Algunos los conocía de antemano (la dama de hierro, el potro o el poste), otros me eran totalmente desconocidos (el revientacráneos, las máscaras, etc.) y me dejaron bastante horrorizada, aunque no dude en sacar una buena cantidad de fotos para posibles relatos en el futuro.
El famoso Garrote. El condenado a muerte se sentaba en la plataforma que podéis apreciar en la imagen y el verdugo le colocaba la cinta de cuero alrededor del cuello para que no moviese la cabeza; a continuación, el verdugo comenzaba a dar vueltas a una especie de torno situado a la altura de la nuca hasta que el desgraciado era desnucado.

Una silla muy cómoda, especial para interrogatorios xD Cómo para no contarles lo que quisieran, si me ponen a mí les recito la Biblia en verso y en griego clásico...En fin.
El último grito en moda femenina, y nunca mejor dicho lo del último grito, porque una vez te ponen esto es imposible articular palabras o gritos. Cuando un hombre consideraba que la mujer había hablado en demasía le ponía este maravilloso invento. La máscara tenía la mayoría de las veces un anclaje que atravesaba la lengua y el paladar para impedir que la desgraciada pudiese articular palabra, lógicamente la mayoría moría a causa de los golpes o de inanición. Había varios tipos de máscara, por cierto, y muchas llevaban incorporada una campanilla para que la mujer no pasase inadvertida y su humillación fuese mayor.
Cuando salimos de esta exposición eran las 8.45…teníamos pocos minutos para encontrar el lugar en que se celebraba la exposición de los templarios y verla completamente. Lo de encontrar el lugar fue difícil porque en Toledo las indicaciones son bastante difíciles de seguir (se abren callejas dentro de callejas, ocultas detrás de una plaza que cómo para verlas a la primera), pero finalmente llegamos y, ante la mirada hastiada de los encargados de la exposición (creo que tenían la esperanza de irse a casa antes de la hora), nos metimos a verla. Sabíamos que teníamos 10 minutos, pero como la exposición tampoco era tan grande pudimos verla con más detenimiento del que esperábamos, aunque, eso sí, no nos dio tiempo a leer la historia de las diferentes órdenes militares de las que se hablaba. De esta exposición voy a recalcar la presencia de armas típicas de la época: ballestas, escaleras de asedio, flechas, armaduras… Todas ellas en buen estado (algunas son reconstrucciones) y bastante bien explicadas. Hice un montón de vídeos porque las fotos no salían muy rentables y quería tener un testimonio de las armas para documentación literaria :P 

Cuando terminamos de ver la exposición y, ante la mirada asombrada de los encargados (debieron pensar que éramos rápidos como las balas xD), salimos de nuevo a las calles de Toledo que a esas horas, las nueve de la noche, seguían despidiendo un calor asfixiante; nos pusimos a buscar un sitio dónde comer antes de ir a nuestra última parada del día: Lux Greco, 
un espectáculo de luces y sonidos que tiene como hilo la Toledo de las tres culturas y cuyo telón serán dos edificios cumbres de la ciudad: el hospital de Tavera y San Juan de los Reyes.
Sobre este espectáculo en particular diré que fue sobrecogedor y recomendable de ver, aunque la parte desarrollada en San Juan de los Reyes no me pareció gran cosa (imágenes de nenúfares, puertas, fuego, etc. acompañadas por dos canciones que, para mi gusto, eran bastante horribles, pero...soy rara en cuestiones musicales).
Sin embargo, la parte del hospital de Tavera (llamada "Toledo Monumental - Tavera y su historia- El Greco") me pareció preciosa, incluso mereció la pena la caminata que nos dimos por la Toledo antigua y la nueva para encontrarnos finalmente en un parque abarrotado en el que el calor ambiental se mezclaba con el calor humano haciéndonos sudar a todos la gota gorda (Toledo es una ciudad en la que como haga calor, hace calor...nada de intermedios, el aire, si sopla, es caliente y el sudor se te pega a la piel de una manera poco encantadora, algo que se acentúa si decides caminar por las callejas escondidas del casco antiguo). Estábamos agotados cuando llegamos al hospital de Tavera, pero aguantamos lo suficiente para ver aquél espectáculo de luces que tenía como telón de fondo el propio hospital (que en su época fue un hospicio de pobres y casa de enfermos, como bien se dice en la presentación); el juego de luces de colores contra las ventanas y la proyección de imágenes de los principales monumentos arqueológicos de la ciudad es bastante impresionante, y la música de fondo hacía que se te pusiesen los pelos de punta... Magnífico. A la mitad del espectáculo yo estaba con la boca más abierta que cerrada y ya me había olvidado de mis piernas gelatinosas a causa del ejercicio del día y del calor que se pegaba a mi piel y me dejaba el pelo chorreante; aquellas luces titilantes me habían hechizado completamente y habían conseguido que me olvidase de todo. Quizás, la única nota negativa del evento fue lo inadecuado del título... lo denominan "Lux Greco" pero de El Greco sólo ponen cinco imágenes en el Hospital de Tavera y listo...yo me imaginaba un paseo por Toledo a través de las ilustraciones del famoso pintor griego, así como una explicación de su relación con Toledo...pero no fue así y es una auténtica lástima, porque, aunque todos hemos oído hablar más o menos de este pintor, muy poca gente conoce la historia que le une a Toledo y creo que habría sido un punto a favor de la exposición el haber hecho un recorrido por la obra del pintor referida a la ciudad (que es mucha, por cierto). De todas formas, no me puedo quejar, de verdad.
El Hospital de Tavera recordando el carácter islámico de la ciudad de toledo.
San Juan de los Reyes y los sefardíes.
Tras ver el final del espectáculo, decidimos ponernos en camino hacia el coche, porque ya estábamos agotados de nuestra aventura toledana y las piernas pedían un descanso merecido; sin embargo, la tentación llamó a nuestras puertas de la mano de un kiosko bien situado en el que anunciaban la venta de deliciosos refrigerios para almas cansadas y nosotros, agotados y sudorosos,  no pudimos resistirnos a la llamada. Nos pusimos a la cola y esperamos ansiosos nuestro turno para pedir nuestros granizados (yo de horchata, mi bebida veraniega favorita) antes de iniciar la última etapa del viaje.
Aunque la idea era ir directamente al coche, al pasar por delante de la Puerta de las Bisagras no pude evitar detenerme y pedir a mi novio que fuésemos a verla de cerca. Es un lugar mágico, como todo Toledo, porque aún puedes respirar ese aura de pasado que te hace imaginar mil situaciones. Yo no pude evitar imaginarme llegando a aquella inmensa puerta, cerrada a cal y canto, y llamar con fuerza golpeando, quizás con un bastón, las hojas cubiertas de bronce de la inmensa puerta, a la espera de que el guardián de turno decidiera dejarme pasar; incluso me pareció ver a la guardia nocturna paseando por la muralla y gritándose su santo y seña mientras un cielo inundado de estrellas les observaba… Maravillosas ensoñaciones propiciadas por el cansancio y la atmósfera que se respiraba en aquél lugar tenuemente iluminado, alejado ya del bullicio de los turistas y sumido en el silencio del descanso nocturno.

Y así, tras atravesar de nuevo las callejas angostas y empinadas de la ciudad durmiente, llegamos a nuestro destino: mi coche; e iniciamos el último tramo del camino que nos conduciría a casa, lejos de aquella ciudad mágica que relucía en la oscuridad como muda despedida hacia los viajeros que emprenden su camino de vuelta. Y nosotros, viendo la ciudad iluminada, nos fuimos con una firme promesa grabada en nuestros rostros: regresar a las sofocantes calles de esa ciudad que nos había atrapado entre sus calles de extraños recovecos y secretos de tiempos pasados.
Así termina esta crónica de mi visita a Toledo y espero que os haya gustado, al mismo tiempo que os animó a ir a visitarla; eso sí, por la tarde, cuando el sol no sea demasiado sofocante y los turistas no os impidan disfrutar de la magia de la ciudad de las culturas.
Un saludo, amigos.

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