© Tamara Díaz
(Reservados todos los derechos)
(Reservados todos los derechos)
Te entregaré mi corazón herido, aun a sabiendas de que no lo vas a querer,
aun sabiendo que lo arrojarás lejos de tí y mirarás cómo se rompe en mil fragmentos,
fragmentos que cubriran el suelo y heriran mis pies desnudos, mezclando sangre con sangre.
Te entregaré mi alma desconsolada, aun sabiendo que no vas a cobijarla entre tus brazos,
aun sabiendo que ignorarás su dolor y la dejarás marchitarse en un rincón de esta sucia habitación,
habitación que será jaula dorada de mi vida pasada, donde cerraré los ojos y diré: no ha pasado nada.
Te entregaré el último aliento que salga de mi maltrecho pecho, te lo entregaré con un suspiro,
con un gemido y un lamento por no poder quedarme más tiempo a tu lado.
Te entregaré mi vida entera, mis sueños y mis ilusiones; romperé el futuro si no estás a mi lado,
dejaré de creer en un Dios que quiere separarnos; lucharé, mataré y mentiré si hace falta...
A ti, amor mío, sólo te pido que me abraces cuando tenga frío,
acaricies mis mejillas mojadas por las lágrimas,
acojas con una sonrisa mis miedos y los transformes en sueños...
A ti, amor mío, sólo te pido que me quieras aunque sea un instante,
como la estrella fugaz cuya luz ilumina brevemente la sonrisa del niño
dejando después una nueva oscuridad eclipsada por el recuerdo.
Sé mi estrella fugaz y yo seré el niño que sonría a tu paso.
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