viernes, 5 de agosto de 2011

Microrelato para empezar el fin de semana.

© Tamara Díaz
(Reservados todos los derechos)


Apareció de la nada. Un halo misterioso le envolvía, una luz resplandeciente me cegaba…una aparición, pensé, una aparición producto de mi imaginación enferma. Apareció de la nada, me sonrió y yo me sentí llena de un calor especial que disolvía aquellas lagunas negras que eran mis dudas. Levantó una mano, blanca como ella misma, y, con una sonrisa benevolente en su rostro de alabastro, la situó sobre la mía. Entonces, aquellos dedos inmóviles durante el día, se afanaron en teclear historias sobre la pantalla brillante del portátil que descansaba en mis piernas, mientras yo, ajena a aquél momento, seguía admirando la belleza de esa mujer serena que con su tacto había revivido mi inspiración muerta. Y ella me miraba a mí con dulzura, y sus labios se entreabrieron para decirme algo y mis dedos escribieron: Apareció de la nada. Miré las letras, que parecían titilar sobre la pantalla, y alcé de nuevo los ojos pero ella ya no estaba.

5 comentarios:

  1. Madre mía todo un homenaje a las musas porque es a quién interpreto que esta dedicado este micro relato no? Chulisima la definicion de esa musas que de alguna manera todos los escritores en nuestra cabeza le ponemos genero e imagen xd. Besotes!!

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  2. He llegado al blog a través de un grupo de Facebook. Me ha gustado mucho este relato y también he visto que tienes "garra" para opinar sobre temas relacionados con el lenguaje. Será un placer seguirte.

    ¡Saludos!

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  3. Muchas gracias por tu visita, Carlos. Acabo de visitar tu blog y, por lo poco que he leído, me gusta...así que ya verás por allí mis comentarios :P
    Un saludo!

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  4. Raquel...ya ves. Mis musas desaparecen cuando abro el archivo de la novela, pero cuando estoy tonteando no se separan de mi oreja..A ver si con esto las contento y vuelven :P

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  5. Precioso microrrelato. Admiro la capacidad de decir tanto con tan pocas palabras. De decir tanto, y de llegar al corazón del lector.

    Mi experiencia con las musas me ha enseñado a dejarles hacer a su antojo. Tratar de forzarlas no funciona. Pero si las dejas a su aire, te darán no sólo lo que quieres escribir, sino mucho más; este pequeño relato lo confirma.
    Déjate llevar por sus caprichos. Igual te sorprenden. Y seguro que nos sorprendes a todos.

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