Queridos lectores,
Creo que el mejor ambiente para una historia es un bosque...esta no es la primera de mis historias que tiene como lugar de inicio un bosque (ni será la última, creo). ¿Por qué lo hago? Bueno, a mi los bosques me parecen algo mágico, sobretodo si acudimos en otoño y durante el atardecer (todas las hojas se tiñen de diferentes reflejos dorados que provocan una impresión maravillosa); además, los bosques me parecen lugares que pueden dar miedo o propiciar la aparición de seres misteriosos...No hay una historia fantástica en la que no haya un misterioso bosque, ¿verdad?
En fin, después de un largo tiempo sin actualizar este pequeño rincón, hoy he recibido un ataque de inspiración que ha dado lugar a un relato algo más extenso que los anteriores. Debido a su extensión (van diez páginas y aun no lo he acabado), he decidido que lo colgaré en tres partes para que podáis disfrutar de la lectura sosegada de esta historia tan mágica que, por desgracia, aun no tiene título...pero ya se nos ocurrirá algo, ¿no creeis?
En fin, compañeros y amigos, espero que este relato os guste y mañana colgaré la siguiente parte (a no ser que supliqueis para que no la ponga muahahaha).
Un saludo a todos y...¡qué viváis una tarde mágica!
© Tamara Díaz
(Reservados todos los derechos)
“Y ahora sólo queda un corazón destruido por la ira del hombre, dos corazones hundidos en la sangre de otros muchos, un dolor inabarcable que amenazaba con extinguir la luz del mundo. Ahora, realmente, sólo queda un corazón grabado en el tronco de un árbol por las temblorosas manos de un enamorado que no supo decir a tiempo lo que su corazón llevaba guardado.”
Siempre se reunían en el mismo lugar. Desde que eran pequeños aquel pequeño claro del bosque que rodeaba sus casas se había convertido en un refugio secreto donde se cobijaban para huir de sus vidas cotidianas, para olvidar quiénes eran y qué se esperaba de ellos.
Había pasado mucho tiempo desde entonces y ahora ya no eran dos niños pequeños los que acudían a todo correr a la cita en el claro, intentando que sus familias no se diesen cuenta de su ausencia y esquivando las guardias que habían establecido en torno a las dos enormes mansiones. Nadie debía saber que aquellos encuentros clandestinos existían si querían seguir viéndose.
Kirsty siempre era la primera en llegar y en aquella ocasión no fue diferente. La joven de largos cabellos oscuros y atigrados ojos verdes estudió el claro con detenimiento, intentando grabar en su memoria cada detalle del lugar en el que había pasado los instantes más maravillosos de su vida. Sonrió al pensar la cantidad de recuerdos que había atesorado en torno a aquel lugar, un lugar que, lo recordaba bien, al principio le aterraba. En aquel momento los recuerdos eran tan luminosos…los instantes pasados en el claro acudían a su memoria con todo detalle y la hacían suspirar al darse cuenta de que aquellos momentos quizás no volvieran a suceder. Él se marchaba. La guerra había comenzado y se llevaba consigo a la única persona con quien había podido hablar sin miedo, la única persona que la comprendía y la confortaba…¡Qué injusto!
- ¡Kirs! – llamó desde la espesura la voz tan conocida de Kail, la impaciencia del tono hizo que Kirsty sonriera y se acercara al lugar por el que su joven amigo iba a entrar.
Una sonrisa luminosa se extendió por los rostros de los dos jóvenes. Kail corrió hasta ella y, con delicadeza, tomó el rostro ovalado de la joven entre sus manos, maltratadas por las horas de ejercicio con la espada. Sus miradas se quedaron fijas y, a su alrededor, todo pareció detenerse. El viento que azotaba los árboles se silenció, incluso los animales que a esas horas convertían el bosque en un murmullo continuo se callaron para observar aquel momento mágico en el que los dos jóvenes dejaban brotar los sentimientos que debían mantener ocultos.
Ella sonrió y alzó sus manos para ponerlas sobre las de él, cerró los ojos para dejar que el recuerdo de las manos, cálidas y firmes, se grabara a fuego en su memoria. No podía creer que aquel ritual se fuera a perder en el olvido…Una lágrima resbaló por la mejilla de Kirsty y Kail se apresuró a secarla con un beso que sólo consiguió que otra gota cayese sobre la mejilla opuesta.
- ¡Oh, Kirst! No llores, por favor.- la voz de Kail era una súplica cargada del dolor del enamorado que conoce el dolor de su pareja y no puede hacer nada para aliviarlo.- Solo será un tiempo, te lo prometo, volveré antes de que te des cuenta y…
- No mientas, Kail.- susurró ella, deshaciéndose de las manos que atrapaban su rostro y cobijándose en el amplio pecho del joven.- Ambos sabemos que esta guerra durará demasiado y…
- No lo pienses.- Kirsty notó como el cuerpo del joven se tensaba al percibir cuál era la verdadera preocupación de la joven y ella no pudo más que envolverle con sus brazos, intentando que el frío que se había instalado en su alma desapareciera.- Volveré y nos iremos juntos, Kirsty.
- ¿Por qué no huimos ahora, Kail?- se apartó de él y alzó el rostro con la súplica grabada en sus delicadas facciones.- Vámonos de aquí, olvídate del honor familiar y de la guerra…sólo tú y yo, una casita en el bosque y una vida tranquila sin preocuparnos por nuestras familias.
- Kirsty…- la miraba con tristeza y sus ojos dejaban ver el dolor que le estaba causando el rostro inundado de lágrimas de su amada.- No puedo hacerlo, Kirst, se lo debo…
- ¿A quién? ¿A ese viejo loco que te pega y te insulta? ¿A tu madre, que cierra los ojos? ¿A tus hermanos, que jamás se han preocupado por tu bienestar? – la ira había desbancado a la tristeza y el rostro de ella, normalmente pálido, había enrojecido mientras se alejaba de él para lanzarle aquellas verdades como puñales.- Ven conmigo, por favor, Kail, por favor, no me dejes.- vencida, dejó que sus brazos cayesen a ambos lados de su cuerpo y su mirada se clavó en el suelo, intentando evitar el dolor que había en los ojos de Kail.
- Kirst, no te preocupes.- su mano tomó el mentón de ella y lo alzó para que sus ojos se encontraran.- Pienso regresar y, entonces, tú y yo nos marcharemos de aquí juntos, sin mirar atrás…
- Será demasiado tarde, Kail.- la expresión sorprendida del joven sólo sirvió para que ella se sintiese peor y las lágrimas volvieron a brotar sin control.- Mis padres me van a casar, Kail.- estaba segura de haber visto en los ojos de Kail cómo su corazón se rompía en dos, incluso sus ojos azules se habían oscurecido.- Esta primavera me obligaran a desposarme con Eric Vanhall.
- No pueden hacerlo…- las piernas le temblaban mientras imaginaba a su preciosa Kirsty vestida de novia y yendo al encuentro de otro hombre, su adorable y delicada Kirsty en la cama de otro hombre que no fuera él, su adorada Kirsty jugando con unos pequeños idénticos a ella pero sin ningún parecido a él.- No puede ser, Kirst, no pueden hacer eso…
- Si pueden, Kail.- suspiró y se dejó caer sobre la hierba.
- ¿En primavera?
- Sí.- Kirsty se estremeció al darse cuenta de que él la miraba con los ojos empañados de lágrimas y sintió que el corazón se paraba en su pecho para no tener que soportar aquel dolor que amenazaba con partirlo en dos.- Kail…
Kail ya no escuchaba. Simplemente se acercó a ella, con los labios entreabiertos y el rostro enrojecido por los sentimientos que se amontonaban en su pecho; sus brazos, fuertes y musculados por el ejercicio continuo, la rodearon y el rostro de él se cobijó en el hueco que quedaba entre su cuello y su hombro. Un cosquilleo placentero invadió el cuerpo de Kirsty y no pudo evitar que un suspiro de placer escapase de sus labios que esperaban anhelantes el contacto de los labios de aquel joven que se acurrucaba contra su cuello.
- Esta no es tu guerra, Kail, ni la mía.- musitó la muchacha mientras notaba los besos de él acariciando su cuello y subiendo con una lentitud agónica hasta la línea de sus mejillas.
- Sabes que es mi obligación ir.- su voz era suave y ronca, quebrada por el deseo y plagada de suspiros mientras sus labios continuaban acariciando la cálida piel de la muchacha.- No puedo abandonar al reino cuando más me necesita…
- ¿Y yo?- se apartó de él bruscamente, poniendo sus brazos sobre el pecho agitado del joven y mirándole con los ojos inundados en lágrimas.- ¿Acaso no te necesito a mi lado? ¿Es más importante acudir ciegamente a una guerra que no es tuya mientras el amor de tu vida se marchita? ¿Me abandonarás por honor?
- Kirst…- apenas era un susurro, una súplica sin fuerza que salía con dificultad de sus labios, a pesar de saber que no podía hacer nada más.- Debes entenderme…
- No, no te entiendo.- su voz estaba cargada de reproche y sus brazos se separaron del pecho anhelante para caer, inertes, a ambos lados de su cuerpo.- No entiendo cómo puedes dejarme aquí, abandonada, para ir a la guerra…- un sollozo quebró su voz y sus hombros se agitaron mientras ella bajaba la cabeza.- ¿Sabes que te diriges a la muerte?
- Soy bueno con la espada, amor mío, no voy a morir en esta batalla.- una sonrisa tranquilizadora surgió en sus labios y la expresión de su rostro se volvió más suave mientras intentaba que Kirsty le mirara a la cara.
- Y si no mueres, lo haré yo.- susurró ella golpeando débilmente la mano de él que insistía en alzar su cabeza.- Moriré porque estaré condenada a desposarme con un hombre al que odio, condenada porque tú has decidido que tu honor y la seguridad del reino son más importantes que nuestro amor.
Kail se mantuvo inmóvil, pálido ante aquellas palabras que había golpeado con fuerza, y observó cómo su amada se ponía en pie con lentitud. El rostro surcado por las lágrimas, los ojos verdes brillando y su cuerpo, menudo y débil, tembloroso bajo las delicadas prendas de seda; la mirada de ella clavada en los ojos de él, una invitación a tomar una decisión final: o ella o el honor. Una decisión tan simple…pero tan complicada. Kail no dijo nada, simplemente bajó la mirada y esa fue respuesta suficiente para la muchacha que, con un último sollozo y un adiós ahogado en lágrimas, se alejó corriendo del claro en el que tantos recuerdos se amontonaban.
El claro se encontraba sumido en un silencio fúnebre, sólo roto por el tenue murmullo del viento veraniego acariciando las altas copas de los árboles y por el lejano eco del cantar de los pájaros. Él permanecía en el mismo punto. Sus manos descansaban sobre las rodillas y sus ojos se perdían en un horizonte que quizás sólo él podía apreciar, los recuerdos y los sueños se agolpaban en su memoria y no era capaz de huir de allí. La había dejado escapar. Había permitido que la mujer a la que amaba se fuera cubierta de lágrimas y pensando que para él su amor no era importante…Era un completo idiota. Sus manos se tensaron y se cerraron, como si aquel sencillo gesto bastase para paliar la tristeza y el dolor que amenazaban con desbordarlo.
Kirsty. Kirsty. Aquel nombre se repetía como una oración en su cabeza, siempre acompañado por una imagen fugaz de su sonrisa, sus ojos y…sus lágrimas. Kail rugió. Un grito ronco, cargado de dolor y de frustración, el grito de un enamorado que no ha sabido proteger a su amada. Un grupo de pájaros, que habían estado escondidos entre los árboles cercanos, alzaron el vuelo asustados ante la fuerza del grito y Kail alzó sus ojos para verlos pasar por encima de su cabeza. Libres. Él nunca podría ser libre como ellos, porque estaba atado a las convenciones y las costumbres; no podía dejar de lado a su país por una mujer, aunque ese fuera su mayor deseo. Estúpido. Se levantó con dificultad, sintiendo las piernas atontadas por el largo tiempo de inactividad en una postura tan forzada, y se encaminó con los pies cansados hacia el lugar por el que llegaría a su casa.
- Te prometo que volveré a buscarte, Kirsty.- susurró mientras miraba por última vez el claro, ahora sumido en la oscuridad nocturna.- pase lo que pase, volveré a este mismo lugar y, entonces, podremos estar juntos para siempre.
Kirsty se dirigía al claro del bosque como hacía todas las tardes desde que Kail había marchado a la guerra. Habían pasado cinco años. Cinco largos años en los que ella había aguardado noticias de su amado, intentando disimular la desesperación de no saber nada delante de sus familiares y amigos. Nadie sabía que ella sólo suspiraba por Kail, aunque su marido se encontrase en aquella misma guerra.
No era infeliz, aunque tampoco del todo feliz porque su corazón seguía suspirando dolorosamente con la ausencia del hombre que lo había conquistado completamente. Desde aquel día, Kirsty siempre se había sentido culpable de haber sido tan dura con Kail y haberle abandonado de esa manera en el claro, pero había sido demasiado orgullosa para reconocerlo y, cuando lo hizo, ya era demasiado tarde porque él estaba lejos. Sin embargo, ella continuaba acudiendo todos los días al claro donde se daban cita; se sentaba en la suave hierba y recordaba con una sonrisa nostálgica los momentos mágicos que habían vivido juntos.
Aquella tarde había algo diferente en el ambiente y ella podía notarlo. Una tensión invisible que acariciaba cada parte de su cuerpo, haciéndola sentir alerta y expectante. El bosque se mantenía en un silencio poco usual para una tarde de primavera, y el viento, todavía frío, soplaba con fuerza haciendo que las ramas de los grandes árboles crujiesen amenazadoras. Kirsty alzó la mirada al cielo y se sorprendió al ver la gran nube negra que empezaba a cubrir el cielo, antes de un azul límpido, y que amenazaba con descargar una buena cantidad de agua y rayos. Apresuró su paso para poder permanecer unos segundos en su rincón antes de volver a casa, donde le esperaba una larga espera regada con grandes dosis de incertidumbre e hipocresía en compañía de su familia.
El claro, tan hermoso siempre, le pareció extremadamente oscuro, amenazante. Las briznas de hierba se mecían con cuidado creando un extraño contraste de verdes que danzaban como pequeños duendes ante los ojos de la joven. Tonterías, pensó ella y entró con paso decidido en el claro, dejándose caer en uno de los extremos, cerca del árbol en el que ambos habían coincidido la primera vez. Suspiró y cerró los ojos para perderse en sus recuerdos, pero un sonido chirriante e insistente la sacó de su ensimismación y la obligó a regresar a la realidad. Estaba segura de que no había estado más que unos minutos en trance, pero el claro se había cubierto de una neblina misteriosa que se movía empujada por los golpes de viento. El cielo se había oscurecido por completo, de tal manera que la apacible tarde se había convertido en una noche temprana y Kirsty bufó contrariada al darse cuenta de que debería regresar a la casa en que se encontraba cautiva.
- Kirsty.
Solo un instante. El susurro inestable llegó a sus oídos con precisión y el rostro de la joven mudó su color al blanco marmóreo. No, no estaba loca, había escuchado su nombre y aquella voz…aquella voz le era tan familiar que le dolía sólo con recordarla. Se estremeció y, presa del miedo, se levantó del asiento de hierba esforzándose por colocar el chal sobre sus hombros desnudos. Se disponía a marcharse de aquel maldito lugar cuando de nuevo la voz, susurrante y anhelante, surgió llenando el silencio con su nombre. Kirsty sintió su espalda tensa y el vello de sus brazos erizado, pero, con el corazón palpitando sin descanso, se giró en busca de la voz que la llamaba de una manera tan insistente.
No había nadie. Las ramas de los árboles se agitaron, asustándola, y una risa nerviosa se escapó de entre sus labios.
- No es nada.- se decía a sí misma, dejando que su mirada recorriese la espesura.- El viento, solamente eso…
Su voz se quebró al ver el tronco del árbol en que se había apoyado. La corteza había sido mutilada por una mano inexperta que, con trazos indecisos, había grabado lo que parecía un corazón y el nombre de Kirsty aparecía dentro, reluciente con letras del color de la sangre. La joven, horrorizada ante aquella aparición, alzó la mano y acarició con delicadeza aquella inscripción misteriosa. La superficie rugosa estaba suave y Kirsty se sorprendió al notar la humedad en sus dedos. Separó la mano del corazón y, con el corazón a punto de estallar, observó sus dedos manchados de rojo…de sangre. No pudo soportarlo. Un gritó agónico escapó de sus labios y el color se escapó por completo de su rostro, con los ojos enloquecidos y la cabeza embotada, Kirsty salió corriendo de aquel lugar de pesadilla, las manos aun manchadas por la sangre de aquel corazón y el susurro insistente de su nombre repitiéndose sin descanso en su mente.
¡Muy bien! ¡Me gusta! ¡Voy a ir siguiendo las partes que faltan con interés! Y mientras tanto voy leyendo tu novela. ¡Estoy enganchada!
ResponderEliminar¡Un beso!!!!
Me gusta, y sí, los bosques tienen un algo especial, yo estoy acostumbrado a la fantasía, a meter bosques a puñaos, y ahora que me he puesto con un proyecto postapocaliptico... no dejo de pensar en árboles xD.
ResponderEliminarMuchas gracias, chicos. Me alegro que os haya gustado la primera parte...a ver si las dos siguientes no os decepcionan :D
ResponderEliminarJuan..creo que fantasía sin bosques es como una cena sin comida xDDD Puff y sobre meter bosques por todos lados...yo creo que voy a empezar a soñar con bosques xDDD Pero es que las ciudades son tan poco atractivas...en fin, ya experimentaré con ellas en otra ocasión. :P