© Tamara Díaz
(Reservados todos los derechos)
Sentí como mi corazón se partía en mil pedazos.
Vi el sol escondiéndose en el abismo de mi soledad.
Noté la esperanza escurriéndose por mis miembros.
Dormí para olvidar el dolor que entumecía mi alma.
Y no, no conseguí nada.
Tu imagen seguía clavada en mi mente cuando desperté,
tan vívida como si aún siguieses a mi lado, sonriéndome...
pero no estabas. Lo cierto es que nunca estuviste.
Todo fue un cruel desvarío de una loca enamorada,
o el sueño de un Dios juguetón y despreocupado,
o quizás la ensoñación producida por la muerte...
No estoy segura. Sólo sé que tú no estuviste.
¿Y ahora qué hago yo con mi vida?
Dime...¿cómo voy a vivir sin ti a mi lado?
¿Quién me abrazará y consolará con sus palabras?
Nadie. Porque nadie ni nada puede.
Así que lloro...gimo...pienso
¿Qué más da que no existieses?
¿Qué más me da si eres un fantasía, una quimera o una ilusión?
¿Qué más da si nadie quiere creerme?
Sueños, fantasías, ilusiones, imágenes grotescas de una mente enferma...
Ya todo me da igual. Pienso cerrar los ojos y seguirte,
allá donde vayas, aunque te escondas, no voy a rendirme.
Y si no existes...te inventaré para que existas de nuevo,
porque no quiero estar cuerda en un mundo que no te tiene.
Prefiero estar loca, pero tenerte.
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