lunes, 26 de septiembre de 2011

Desaparición de sonidos...el declive del lenguaje.

 Hoy escribo desde la indignación de una lectora, amante de la lengua y, en último lugar, filóloga clásica para denunciar la infame desaparición de sonidos o fonemas procedentes del latín y que, por falta de educación lingüística, la gente ha olvidado provocando que sean eliminados del vocabulario para facilitar a esas personas el aprendizaje de una lengua que amenaza con ser cada vez más sencilla, cada vez más adaptada al habla de ciertos estratos sociales, cada vez menos exigente.
Me da igual la RAE y sus normas en pro del desarrollo y la modernización del lenguaje. Hay cosas que se pueden admitir y cosas que no. Un cambio que no pienso admitir jamás de los jamases será la desaparición de la grafía “ps” simplemente porque a la gente se le haga complicado pronunciarla… No es “sicólogo” es “psicólogo” y, desde luego, no es “pesi” es “Pepsi” ya seas de Fuenla, de Móstoles o de la Luna …¡Por los dioses! Qué no es tan difícil y el sonido “ps” es bonito, resultón y llamativo.
Además, esa grafía es herencia del latín y fue uno de los pocos sonidos que sobrevivió al paso del latín vulgar al romance, del romance al castellano antiguo, del castellano antiguo al moderno…¿por qué matarlo ahora? Comprendo que los hablantes nos basamos en una norma lingüística denominada “economía del lenguaje” que quiere decir que tendemos a eliminar aquello que sobra para hacer más ágil un discurso (de ahí el encadenamiento de vocales, la aparición de abreviaturas, el uso de siglas, etc.etc.) pero el sonido de esta grafía no supone un gasto extra de energía al hablar puesto que se hace el mismo esfuerzo en pronunciar un “ps” que una “s” líquida. Entonces, ¿por qué tanta saña con eliminarlo?
Pues bien, según mi experiencia, los maestros han perdido el rigor a la hora de enseñar la pronunciación de los sonidos del español. No sé por qué, no pienso juzgarles y no me quiero meter en líos, pero está claro que algo raro pasa. Mis maestros me enseñaron a pronunciar todos los sonidos del castellano correctamente, yo distingo entre el sonido de la “b” y de la “v”, de la “d” y de la “r”, de la “ll” y de la “y”…y por supuesto, distingo el sonido de “ps” y de “s”.  Estas distinciones se han ido afianzando gracias al estudio del latín y del griego, donde los sonidos son sumamente necesarios y diferentes, pero la base ya la tenía gracias a esos profesores tan maravillosos que con el libro de Micho (editorial Bruño) en mano y una gran paciencia me enseñaron a pronunciar correctamente y a entender las diferencias.
                                 
No tengo hijos, así que no puedo decir qué ha cambiado o qué se mantiene. Pero he trabajado vendiendo libros de texto y he tenido la suerte de ojear las nuevas tipologías…Demasiados libros para unos niños tan pequeños y su contenido es, en cierta medida, mayor que lo que yo daba pero de menor calidad. Así que empiezo a entender un poquito dónde está el problema. Y no, no creo que la culpa de esto sea completamente de los profesores, sino que considero que es el propio sistema educativo el que ha caído en la trampa de querer formar alumnos con muchos conocimientos, pero no ha tenido en cuenta las necesidades del alumnado.
El caso es que muchos jóvenes alcanzan la adolescencia sin saber distinguir la mayoría de nuestros sonidos y eso les pone en serias dificultades a la hora de tomar apuntes o hacer dictados. Sin embargo, aunque ese punto me preocupa especialmente, lo que más me preocupa es que estamos prohibiéndoles el acceso a un castellano muy rico en sonidos, hermoso cuando se pronuncia como debiera y con grandes matices léxicos (recordemos que muchas palabras del castellano se escriben igual y sólo pueden distinguirse por el sonido o el contexto, como la famosa “baca” o “vaca”).
Estos alumnos formados precariamente en la pronunciación de su propia lengua siguen avanzando académicamente, llegan a la universidad, se licencian (o gradúan, de ahora en adelante) y se convierten también en profesores que enseñarán a sus alumnos a leer, a escribir, a sumar…los alumnos se fijarán en ellos como modelo, pero como estos nuevos profesores (antiguos alumnos) no han adquirido la capacidad de diferenciar los sonidos del castellano, sus actuales alumnos tampoco lo harán. Otros se convertirán en periodistas, locutores, actores, físicos, químicos, escritores...y seguirán arrastrando esa incapacidad de diferenciar sonidos, incapacidad que termina agravándose con faltas ortográficas que se deben a esa confusión, faltas ortográficas que saldrán a la luz, que muchos copiarán y propagarán y…vuelta a empezar, como la pescadilla que se muerde la cola.
En fin, este post lo he escrito, en principio, como una protesta por estos cambios que, desde luego, yo no voy a poder detener (pero pienso oponerme a ellos con todas mis fuerzas); pero ahora me gustaría hacer una reflexión sobre este sistema educativo que parece tambalearse desde los cimientos. A veces, lo importante no es cuánto aprenden los niños, sino cómo lo aprenden y, desde luego, es mejor aprenderse bien la tabla del dos que saberse a medias todas las tablas de multiplicar, ¿no creéis? 

1 comentario:

  1. Ains, es que si nos ponemos a anumerar los fallos del sistema educativo actual...
    A mí, el que me llama especialmente la atención, es que los niños no saben leer, sólo pronuncian los sonidos. Es decir, ponen en voz alta lo que ven escrito, pero no entienden lo que están leyendo. Bueno, siempre ha habido casos con este problema; pero es que parece que últimamente ha dejado de ser algo aislado y se puede llegar incluso a generalizar (como acabo de hacer).
    En fin, creo que tienes toda la razón. Yo misma tengo ansias de conocer mi propio idioma, del que me sé aún ignorante en gran medida.
    Un saludo.

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