Buenas tardes, queridísimos lectores,
Muchos de vosotros, tras leer Eterna Oscuridad, estabais deseosos de conocer algo más acerca de Elisa y Daniel; me resulta difícil meter estos relatos en la novela porque no encajan bien con la trama que sigue, pero os colgaré aquí este momento importante en su relación e iré haciendo un pequeño relato sobre estos dos.
Muchos de vosotros, tras leer Eterna Oscuridad, estabais deseosos de conocer algo más acerca de Elisa y Daniel; me resulta difícil meter estos relatos en la novela porque no encajan bien con la trama que sigue, pero os colgaré aquí este momento importante en su relación e iré haciendo un pequeño relato sobre estos dos.
Espero que os guste, amigos míos.
(Reservados todos los derechos)
El entrechocar metálico de las espadas se extendía por la fortaleza. El patio de entrenamiento estaba vacío a esas horas y sólo quedaban ellos. Dos figuras oscuras, recortadas por el débil resplandor de la luna, que bailaban con silenciosa armonía la antigua danza de las espadas, ni un sonido escapaba de sus labios, sólo podía oírse el metal chocando con fuerza y el frufrú de las capas con que se cubrían.
- Has mejorado mucho, Elisa.- susurró una de las figuras al tiempo que hacía una arriesgada cinta para evitar la estocada de su compañera.
- He tenido un buen maestro.- dijo ella sin dejar de atacar y esquivar, como un auténtico ángel vengador con los rizos cayéndole en cascada sobre la espalda y la cara.- Pero sigo sin conseguir alcanzarte.
- Eso es porque no te concentras, querida.- Elisa dejó escapar una exclamación de sorpresa al notar el filo de la espada sobre su garganta y el cuerpo de Daniel tras ella.- Muerta.- dijo él con una sonrisa mientras besaba el cuello de la joven.
Elisa le miró con los ojos entrecerrados, una mezcla de enfado y diversión que a Daniel le parecía totalmente encantadora en aquella joven. No hacía ni dos meses que Elisa había sufrido su conversión, pero la muchacha había demostrado tener una férrea voluntad y, en lugar de rendirse a la sed, había luchado contra ella con todas sus fuerzas, consiguiendo un avance bastante rápido y sorprendente en sus habilidades. Sus ojos habían perdido ya el brillo carmesí que marcaba a los recién convertidos y poco a poco empezaban a adquirir el antiguo color de los ojos de la joven: verdes. Daniel no podía dejar de admirarla en secreto. Era una joven maravillosamente fuerte. Encontrarla había supuesto un cambio para él, aburrido como estaba de la vida nómada a la que estaba encadenado por el mero hecho de servir a la Orden.
- Daniel, ¿cuándo podré empezar a participar en misiones? -preguntó la muchacha mientras observaba con interés el filo de su espada.- Ya estoy preparada y...
- Eso no lo decidiré yo.- le interrumpió Daniel, quitándole la espada y dirigiéndose hacia un cobertizo medio derruido en el que se almacenaban las armas.
Ella estaba deseando salir de allí, lanzarse a la lucha, matar. Daniel lo sabía, porque él también había sentido ese mismo cosquilleo en el estomágo, esa necesidad irracional de ver correr la sangre, de hacer correr la sangre. Sacudió la cabeza mientras dejaba las armas en los soportes de madera que él mismo había fabricado durante una de sus noches de soledad, anteriores a la llegada de Elisa. Volvió a recordar el pánico reflejado en los ojos de la joven cuando despertó de la inconsciencia, la tristeza que su rostro había reflejado al enterarse de todo lo que había pasado, las lágrimas que brotaron de sus ojos verdes mientras enterraban a su familia... Y sintió la sangre hervir por la ira. Nunca debería haber dejado que eso pasará. Paulo jamás debería haber encontrado a la joven, jamás debería haber puesto sus garras sobre algo tan puro y delicado como ella... Recordaba con perfección el rostro sonriente de Elisa cuando era una niña, siempre de la mano de su madre o de su abuela, siempre sonriente y con una palabra amable para los demás. Ella no podía recordarle, claro que no, él mismo se había encargado de que eso no sucediese porque ella no debía conocer el lado oscuro que acechaba tras la puerta, esperando para abalanzarse sobre ella sin ninguna piedad. Sólo había querido protegerla, pero ahora ya no estaba seguro sobre si había hecho bien o mal.
- Daniel, ¿en qué piensas? - susurró la voz dulce de Elisa a su lado, mientras le miraba con preocupación.- si es por lo que te he dicho, lo siento.- se la veía realmente arrepentida, con una expresión tan dulce que... Daniel sacudió la cabeza y se obligó a no pensar en ella como lo hacía. Era asqueroso.- Sé lo mucho que te molesta, no debería...
- Déjalo, Eli, hoy no tengo una buena noche.- contestó él intentando sonreír con naturalidad.- ¿Quieres que practiquemos la lucha cuerpo a cuerpo?
- Sería estupendo.- sonrió ella, dejando que sus colmillos reluciesen en la oscuridad.
No, no entendía como había podido sobrevivir tanto tiempo sin ella. Los años habían pasado con lentitud desde que había sido convertido y adiestrado por la orden. Él no había conocido otra vida más que la de la sangre, así que tampoco le había resultado difícil llevar una existencia solitaria y rodeada de muerte, hasta que la conoció a ella. Esos ojos verdes le habían atravesado el corazón la primera vez que la vio, siendo una niña pequeña de largos cabellos rojizos y mejillas sonrojadas por el ejercicio. Ella no había huido de él como solían hacer los humanos, sino que le había mirado con sus grandes ojos y, tras fruncir ligeramente el ceño, había sonreído con inocencia antes de volver a correr. Kilye le había hablado de ella, le había dicho que esa niña tenía los dones de los antiguos videntes, pero que ella prefería ocultárselo para no ponerla en peligro. Kilye sólo quería una vida normal para su hija y él, después de verla, también lo había querido. Un ser tan dulce e inocente como aquél merecía una oportunidad de ser feliz.
Ahora Elisa era una auténtica guerrera. Impasible, rápida y letal. Pocos podían enfrentarse a ella en igualdad de condiciones, ya fuera con la espada, cuerpo a cuerpo o con el arco. Elisa había aprendido todos los secretos de la lucha y, aunque ella se creía que no lo sabía, él conocía perfectamente la razón por la que entrenaba con tanta dureza: Paulo. Daniel sabía que lo único que había obligado a Elisa a continuar con vida, a luchar, era la venganza y el odio hacia el ser que la había condenado y le había robado lo que ella más amaba. Nunca podría perdonarle.
- ¡Daniel! - exclamó Elisa sorprendida al notar que su compañero se había abalanzado sobre ella, haciéndola caer sobre el terreno embarrado.- Quita de encima, anda.
- Lo siento, Eli, no sé qué me ha pasado.- susurró él, aunque se mantuvo donde estaba. Tan cerca de ella. El olor afrutado que despedía su cuerpo era deliciosamente tentador y Daniel no podía quitar sus ojos del rostro delicado de ella, tan pálido... La mirada extrañada de Elisa le sacó de su ensimismamiento y le hizo apartarse con rapidez, el rostro convertido en una máscara de indiferencia.- Creo que deberíamos dejarlo por hoy.- Sí, deberían dejarlo porque él no podría aguantar la tentación durante mucho tiempo.
- Está bien.- aceptó ella con tranquilidad.- ¿Te apetece que vayamos al comedor?
- La verdad es que no, Elisa, prefiero volver a mi habitación y descansar.- se excusó él sonriendo.- Ya no soy un jovenzuelo y estas cosas me cansan.
- ¡Qué mentiroso! - rió ella acercándose a él y agarrando su brazo con cariño.- ¿Qué te pasa, Dan?
"¡Oh, no! No me mires así..." pensaba el joven, aunque las imágenes que pasaban por su mente eran producto de su parte más animal y él lo sabía. Aquella muchacha había despertado los instintos depredadores que él se esforzaba por mantener a raya.
"¡Oh, no! No me mires así..." pensaba el joven, aunque las imágenes que pasaban por su mente eran producto de su parte más animal y él lo sabía. Aquella muchacha había despertado los instintos depredadores que él se esforzaba por mantener a raya.
- Elisa, de verdad que estoy cansado.- insistió él, desembarazándose del brazo de ella mientras intentaba no volver a su lado al ver el rostro decepcionado de la joven.- Hasta mañana.
No esperó la respuesta cariñosa de la joven, ni siquiera se detuvo a mirar una vez más su rostro. Simplemente se fue. Su cuarto era el lugar más seguro en aquellos momentos, tanto para él como para ella. Porque aquello que estaba sintiendo no era bueno para ninguno, solamente les traería dolor y lágrimas, y él no quería verla sufrir de nuevo.
Hola Enone
ResponderEliminarHe leído este relato sobre estos dos personajes. La verdad es que está muy bien escrito, con bastante dinamismo, y se introduce bien el pasado de los personajes (sobre todo de Elisa) a base de recuerdos. También la relación existente entre ellos. Y todo condensado en unos pocos párrafos. Muy bien.
Me ha sorprendido que la palabra frufrú exista realmente, ya que la creía un fallo :). Donde sí veo una errata es en la séptima línea, donde hablas de una "arriesgada cinta". Supongo que querrías decir "finta", aunque tal como está redactada la frase quizá quisieras decir esquiva, ya que hace la finta para evitar una estocada. Una finta, estrictamente, es más un amago de hacer una cosa para luego hacer otra que una esquiva. Podría amagar que iba hacia la derecha para que el rival lanzara una estocada hacia la derecha, pero en vez de eso, moverse a la izquierda. Sería una acción muy arriesgada, cierto, pero la usaría para provocar una estocada errónea (y abrir puntos débiles en la guardia del rival) más que para esquivar una ya lanzada.
Vale, vale, sí que podría fintar para hacer fracasar una estocada en curso, pero hay que ser muy muy rápido para hacer eso en esgrima. Lo único que quiero decirte es que finta y esquiva no son sinónimos exactos, ya que la finta implica algún tipo de engaño, cosa que no hay en una esquiva o un quite.
Pero bueno, esto es una puntualización muy quisquillosa. El uso de finta como esquiva lo he leído en más sitios, así que te van a comprender igual.
De todos modos, es que no veo nada más que "chirríe" o que afee tu escrito. Algo tenía que decir :).
Un saludo.
Juan.
Guau! Gracias, Juan, por ese pedazo comentario tan útil. Lo de la finta es eso exactamente, me equivoqué al escribir xD Me ha encantado tu diferenciación entre finta y esquiva...creo que me la voy a apuntar para futuras narraciones, porque yo de escrima sé más bien poco...debería plantearme aprender xD
ResponderEliminarBueno, me ha encantado ver tu comentario y ver que te ha gustado :D
Un beso!
Es un buen relato, marca mucho la relación ntre ambos y las conexiones de forma retroactiva. Siempre viene bien tener este tipo de referencias que hacen que dejemos de verlos "planos".
ResponderEliminarUn saludo
¡Gracias!!!! ¡Me encanta leer más sobre Daniel y Elisa!!!! Me encantaría que le dieras cabida a este capítulo en tu novela porque ayuda mucho a entender algunas de las reacciones de Elisa.
ResponderEliminar¡Un beso!!!
Muchas gracias a todos Sois unos soles, de verdad :D
ResponderEliminarMientrasleo: sí, la verdad es que esa era la idea. Permitir que los lectores conociesen un poco más a estos dos personajes, así que me alegra que lo haya medio conseguido :P
Pat: corazón!! jajaja el único problema es que en mi novela la historia de Daniel y Elisa no es el centro de la trama, entonces añadir estos momentos se me hace muyyyy complicado. De todas formas, estoy añadiendo detalles que ayuden a comprender la profundidad de su relación y el por qué marcó tanto a Elisa.
Un beso!