Resulta sumamente frustrante ver a a personas capacitadas echar a perder sus vidas con cada exhalación; ser consciente de que no puedes ayudarles porque ellos mismos no quieren ser ayudados y cada intento tuyo por conducirles hacia un camino que puedan seguir es un choque frontal contra un muro de vanidad, orgullo y miedo.
Resulta realmente deprimente verles atrapados en ese remolino de decepción, de baja autoestima, de ira y de negatividad en que se ha convertido su vida; un remolino que, como la mítica Caribdis, les arrastra y les sumerge ahogándoles en la ira y la desesperación que les impiden ver lo que les rodea. Se quedan ciegos y sordos, y lo único que pueden articular con sus voces rotas son palabras hirientes que les sirven para plasmar su frustración por una vida que no terminan de controlar y que les ayudan a creer que así mantienen cierto control sobre todo lo que les rodea.
Resulta doloroso intuir que, bajo esas máscaras de autosuficiencia y odio, se esconde un alma atormentada, un alma que fue empujada hacia esa situación por mil motivos y decepciones, diferentes para cada persona. Encontraremos al chico al que nadie tomaba en serio porque era más gordo de lo habitual, al que tenía problemas para mantener la atención en clase, al que soñaba con lo que los demás no se atrevían, al que nunca tuvo límites, al que sufría arranques de ira, al que sus padres ignoraban, al que sufrió una separación dolorosa, al que cargaba con unas expectativas demasiado elevadas...Todos tienen ese bagaje de sufrimiento que, a pesar de sus expresiones duras y desafiantes, sale a relucir en breves ocasiones como esta, mientras hacen un examen que saben no van a aprobar porque no han estudiado, entonces su yo interno parece revelarse y preguntarles a voz en grito: "¿Qué estás haciendo con mi vida?", y esa lucha interna queda grabada en sus miradas; una lucha interna que les recuerda constantemente una mentira que ellos han asimilado como verdad a base de repetírsela: "No sirvo para nada". Y esa sombra oscurece la chispa de sus ojos, les impide conocer sus puntos buenos, les empuja a refugiarse en la ira y en lo malo que hay en cada uno de ellos como si fueran un escudo contra la decepción de los demás.
Y así recorren la vida sin pena ni gloria. Atormentados y en lucha continua. Intentando demostrar que son alguien a través de la agresividad o el desdén con el que ocultan la soledad que les persigue desde siempre. Cuando ellos hablan, no hablan con el corazón, sino que habla esa soledad enquistada que les hace ver en cada rostro un enemigo potencia, como si todos pretendiésemos demostrar al resto lo poco que valen.
Esos rostros son los que enturbian la labor de un buen docente, pues no sabes cómo conseguir traspasar su coraza, no sabes si algún día conseguirán ver lo que tú ves en su interior, si alguien les dirá: "Vales mucho y nadie, ni tú mismo, tiene derecho a decirte lo contrario". No lo sabemos y eso nos hace observar en silencio, proporcionando apoyo si lo necesitan, aunque sea una mirada comprensiva o una sonrisa o un comentario amable que les haga sentir que alguien se preocupa por ellos.
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