La tormenta de tu amor me mata,
hunde todos mis barcos sin calma,
y me convierte a mi en naufraga,
naufraga de tus ojos y tu garganta.
Chillo en la oscuridad de la ceguera,
buscando con ahínco una playa desierta
en la que poder recuperar mi entereza,
en la que buscar una muerte certera.
Mas tu no me dejas, caprichoso niño,
no quieres que encuentre mi deseado descanso,
no me dejas posar la daga mortal en mi pecho,
no me dejas hacer amistad con el ángel negro.
Y yo lloro, lloro porque no sé que pasa,
porque no entiendo ni una mísera palabra,
porque no encuentro respuesta a esta apuesta macabra,
porque no distingo la estrella tan ansiada.
Y tú me acunas en tus brazos negros,
me susurras al oído bonitos halagos
mientras me lanzas dardos envenenados
que me hacen buscar a ciegas tus manos.
Y tú me dices que algún día me quisiste,
que me dejé llevar por lo inexistente,
que inventé palabras para herirte...
¿por qué para volverme loca mientes?
Y es que no sabes que te amo,
que con tu nombre enloquezco,
que por un beso tuyo muero,
que doy mi vida por un abrazo.
Y es que no entiendes lo que siento,
porque tienes un corazón de hierro
que mata el amor sin que entre dentro,
que no ve la hermosura del invierno.
Precioso poema! La pena es que sea no correspondido, pero tiene mucho sentimientos, y un final que me encanta, sera porque me siento identificada. Un beso
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