martes, 1 de diciembre de 2009

La Iliada.



Canta, oh Musa, del Pélida Aquiles la cólera,
cólera funesta que causó infinitos males a los aqueos y precipitó al Hades
muchas almas valerosas de héroes, a quienes hizo presa de perros y pasto de
aves, cumplíase la voluntad de Zeus desde que se separaron disputando
el Átrida, rey de hombres, y el divino Aquiles.
Iliada, I.


La "Iliada" es una de las grandes obras de la literatura clásica y, para ser más concretos, arcaica. Desde luego, tiene mérito que esta obra sobreviviese a los cambios literarios producidos durante los primeros siglos de nuestra era, pero mayor mérito supone que no cayese en el olvido uno o dos siglos después de escribirse. Si alguien no ha tenido opción de leerla, puede ser un buen momento, aunque un consejo de amiga: no os lo toméis con prisa. La "Iliada" es, nadie lo va a negar, una joya literaria y una lectura obligada para los que amamos la literatura, pero es también una obra sumamente densa y en ocasiones demasiado pesada como para leerla de un tirón... aunque, sobre gustos no hay nada escrito.
Sobre esta obra, decir que es un canto a las virtudes que los griegos (hablamos de época arcaica, no de época clásica) admiraban y que, por otro lado, inundan toda la literatura de esta época. El valor, el arrojo, el temple, la sabiduría...y, ¿por qué no?, soberbia en dosis pequeñas. Frente a las virtudes del pueblo griego, guerrero por antonomasia, se nos presenta un pueblo de pastores y de gentes pacifícas como es el troyano cuyo máxime representante (para deshonra del pueblo de Príamo) será el púsilanime de Paris, "héroe" maldito de esta obra y causante de la desgracia que se cierne sobre su pueblo.
Paris merece una mención especial no sólo por su carácter, sino por sus actuaciones que le configuran como un muchacho débil y asustadizo, inclinado más a las artes amatorias que a las guerreras. El Paris homérico no es un héroe como el que nos presenta Ovidio en sus Heroidas, sino que es un personaje en el que se configuran todas las malas cualidades de esa época. Paris no guerrea, Paris ve como su gente muere por su causa, Paris desacata las xenia (leyes de hospitalidad) para secuestrar a una argiva (Helena), Paris mata a Aquiles desde lejos, sin presentar batalla... Paris, por tanto, solamente quiere disfrutar de su botín, sin que parezca importarle mucho lo que sufran los demás por su causa; se escuda en que Helena le fue prometida por Afrodita (el famosos Juicio de Paris) y comete el error de infravalorar la ira de las dos vencidas (Atenea espoleará el ingenio de Ulises a la hora de construir el caballo de la perdición y Virgilio nos presenta a un Eneas perseguido por la cólera de Juno).
En contraposición a Paris, Homero nos presenta al verdadero paladín de Troya: Héctor. Este personaje es, según mi opinión, uno de los más profundos de esta obra, ya que Homero no se limita en presentarnos a un héroe dedicado a la guerra en exclusiva, sino que se encarga de hacernos ver el lado más tierno y humano de este héroe en el episodio de su despedida de Andrómaca y su hijo. Y como corresponde a todo héroe, el final de Héctor será tan o más trágico que el de Aquiles, su rival. 
Con este pequeño resumen crítico de la obra, espero que alguno de los que caigais despistados entre estos párrafos (y que os hayáis armado de paciencia para leerlos) os sintais seducidos por esta historia de guerra, de amor, de interéses políticos y de líos familiares que, de haberse escrito en los últimos años, habría ocupado su merecido lugar entre los más leídos del momento. 
Valet!

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