domingo, 24 de julio de 2011

El fin de los tiempos

 Bueno, he tenido un momento de inspiración apocalíptica y he decidido escribir este relato que se sale de todo cuante he hecho...la verdad es que nunca he escrito nada semejante, así que es como un experimento a ver qué salía. Espero que os guste y disfrutéis con la lectura!!
Un saludo!


     © Tamara Díaz
     (Reservados todos los derechos)

Hace mucho tiempo que tengo el mismo sueño. Bueno, quizás no hace tanto…la verdad es que ya he perdido la noción del tiempo y de los días, así que es difícil calcular cuánto tiempo del que todos conocíamos llevo teniéndolo, pero si os puedo decir que este sueño se me ha repetido innumerables veces y siempre termina produciéndome un profundo malestar y un extraño sentimiento que se agarra a los pulmones y me impide respirar con normalidad durante unos instantes. Sólo cuando abro los ojos y vuelvo a ver el techo irregular de esta maldita gruta que me sirve como cobijo, sólo cuando consigo oler el moho y la humedad que tantas arcadas me causaron los primeros días, sólo cuando despierto a esta realidad de mierda me doy cuenta de que todo ha sido un sueño. Un maldito sueño que me provoca una inquietud mayor que las búsquedas o la soledad.
Perdonad, no me he presentado adecuadamente. Mis padres siempre decían que lo más importante de una relación eran la presentación…”Una buena presentación, hija mía, te valdrá grandes amistades.” Solía decir mi padre mientras me observaba con sus ojos grises desde su butaca favorita junto al fuego. Curioso que me acuerde de esas palabras justo ahora, cuando no creo que una presentación me pueda valer demasiado. En fin, para honrar su memoria, me presentaré correctamente.
Hola, soy Risk… ¿curioso nombre? Sí, la verdad es que mi madre parece que se olía lo que iba a pasar…Risk… me encanta como suena, es único y tiene personalidad, no como esos nombres de chica que pusieron a mis primas y que son tan comunes como ellas mismas lo eran…  Tengo…bueno, tenía 17 años cuando todo esto pasó. La verdad es que no sé cuánto ha pasado desde entonces, pero sé que celebré mi 18 cumpleaños con los chicos de las cuevas de Richmond y luego debió pasar otro año mientras estuve con ellos hasta que decidí dejarles. Cuando el mundo estaba en orden, me encantaban los deportes y la televisión….¡oh! Casi no puedo recordar qué se sentía al tumbarse sobre el mullido sofá de casa, con una coca cola en la mano y una bolsa de patatas fritas en la mesa, preparada para ver alguna película o algún programa...pero creo que debía ser lo más parecido al cielo.
Pero…estaba hablándoos de mi sueño. Ese maldito sueño que se repite casi siempre que cierro los ojos y que me obliga a recordar cosas que no quiero. El sueño siempre empieza igual…estoy flotando. Floto sobre el agua caliente de una laguna natural que hay en las cuevas donde vivía antes, es un agua extraña y huele bastante mal, pero solíamos usarla para asearnos de vez en cuando y relajar los músculos cansados después de varias horas en el exterior. La verdad es que era una sensación bastante buena…el agua caliente acariciando la piel, curando los moratones y las heridas, sumergiéndote en un estado de paz que fuera de allí parece inalcanzable… Maravilloso. Sí, mi sueño empieza siendo exactamente eso: un sueño maravilloso del que no quiero despertar. Sin embargo, mientras floto sobre esa agua y me relajo, noto como mis ojos se cierran y, al abrirlos, el lugar ha cambiado. El agua que acaricia mi cuerpo está fría, un delicioso frescor que reanima mis músculos y me hace sonreír. Olisqueo el ambiente, pero ya no huele a rancio, a cerrado y a huevos podridos…ahora huele a flores…rosales y nomeolvides, creo que también distingo un leve olor a jazmín en el aire. Y no quiero abrir los ojos, porque supongo que todo eso es un sueño, un recuerdo de ese pasado al que no podré volver y no quiero ver todo lo que he perdido. Sin embargo, llega un momento en que el agua me cubre la cara y, tosiendo, abro los ojos dispuesta a matar al idiota que se ha atrevido a molestarme durante mi baño… Noto la luz en los ojos y el dolor que la acompaña, porque hace demasiado tiempo que vivo en la oscuridad y aquel sol radiante no es para nada normal; entonces, con la boca abierta en un gesto de sorpresa o de imbecilidad suprema, y los ojos parpadeando para acostumbrarse a la luz, miro a mi alrededor y suelto un grito de sorpresa. Ya no estoy en esa cavidad rocosa ni en el agua caldeada de la laguna.
El cielo es de un color azul brillante, con unas nubes blanquecinas semejantes al algodón de azúcar que tanto me gusta y algunos pájaros volando junto a ellas. Estoy en la piscina de mi casa. Lo sé al ver la casa de mis padres al fondo, tan desvencijada como siempre, con las paredes cubiertas de humedades y el jardín tan salvaje como descuidado. No puedo sonreír porque eso no me hace gracia. Esa casa ya no es así, me digo a mi misma, esa casa estaba destruida la última vez, piedra sobre piedra, las paredes ya no existen ni tampoco esos nidos de golondrina que mi padre tanto odiaba… Esto no existe.
Tengo poco tiempo para disfrutar u horrorizarme con esa visión de un pasado tan perfecto, porque mientras sigo metida en esa agua fría y azul, el cielo comienza a cubrirse de nubes negruzcas y el azul brillante pasa a ser un negro verdoso; los rayos comienzan a golpear con fuerza y puedo oler el humo provocado por los incendios. Entonces, las puertas de la terraza se abren de golpe y veo salir a mi madre…el rostro surcado por el miedo y la preocupación, sus ojos fijos en la piscina buscando algo que no encontrará porque no está allí. Yo no estoy allí. Debía estarlo , pero no estaba y lo sé porque esa es mi versión del fin del mundo…
Todo comienza a ponerse borroso, pero puedo ver la cara de mi madre contraída por el dolor, gritando algo, quizás mi nombre o el de mi padre…o, a lo mejor, simplemente es un grito de dolor. No lo sé y no quiero saberlo. Intento cerrar los ojos, porque no quiero ver más ese rostro tan querido surcado por el dolor y la decepción, la preocupación y la ira… pero no puedo cerrar los ojos, no me obedecen y me quedó ahí, dentro de esa piscina que se va tornando cada vez más oscura y con la vista plagada en la figura de mi madre. Noto la tensión del ambiente. La tormenta eléctrica está empeorando y en breve llegará lo peor. No estuve allí cuando pasó, pero Jameson y Lia me contaron cada detalle, detalles que yo habría preferido no saber.
El cielo está adquiriendo una tonalidad más cercana al verde que al negro, y quiero gritar. Gritar a mis padres para que se escondan lo más profundamente que puedan…lejos de esta tierra que en breve va a cubrirse de veneno, un veneno que deshará la piel y sólo dejará los huesos y el vacío. Pero tampoco puedo gritar y tengo que ver cómo mi madre entra corriendo en la casa, buscando a mi padre, y ambos salen a la terracita que tanto nos costó levantar. Están hablando entre sí y señalan las montañas…saben dónde estoy, claro, porque siempre termino en el mismo lugar: la cueva del Lobo. Veo a mis padres bajar las escaleras y correr cogidos de la mano hacia allí; pasan por delante de mí y puedo notar el calor en el ambiente, un calor que precede a la muerte…Están perdidos y lo sé, pero me duele verlo de nuevo…Sus caras parecen el reflejo de mis sentimientos…confusión y dolor.
Notan las gotas de lluvia caer sobre su piel y se detienen al sentir el calor; veo el horror en sus ojos al notar que esas gotas están creando heridas en su piel, heridas que se convierten en ampollas y ampollas que explotan cuando cae sobre ellas el agua. Corren ahora más deprisa, mi padre intentando tapar el cuerpo de mi madre con su raída chaqueta de lana, ahora con más agujeros que antes…y les veo caer sobre la hierba antes de llegar al bosque. Son dos bultos informes, no sabría decir cuál es cual, pero noto que siguen abrazados y eso, por algún motivo escabroso y macabro, me hace sentir feliz a pesar de que sé que están muriéndose y yo no puedo hacer nada para impedirlo.
Mi cuerpo ha vuelto a obedecerme y bajo la mirada al agua. También está oscura y las gotas venenosas caen sobre ella creando pequeñas ondas que dan la sensación de ser pequeñas calaveras sonrientes; siento un escalofrío y miro mi reflejo… mi corazón se detiene al verme allí, sonriendo macabramente como si aquello fuese un día de juegos normal, como si no acabase de ver la muerte de mis padres, como si no supiese que aquél maldito día había sido el último para muchas personas… Y entonces grito. Grito hasta que mi garganta se queda seca y noto el sabor de la sangre bajando por ella, grito hasta que mis ojos se inundan de lágrimas y mi cuerpo deja de temblar.
Y entonces me despierto. Pero el grito sigue estando allí, lo sé porque tengo la garganta tan seca como la lija y mi camiseta está empapada de sudor. Y así siempre…hace ya bastante que no consigo un sueño completo sin tener esa maldita pesadilla…aunque el sueño cambia. Unas veces no veo la muerte de mis padres y ese es, sin lugar a dudas, el mejor de todos; otras veces mi cuerpo me responde y me acerco a la terraza para gritarle a mi madre que no salga, que se esconda…y me doy cuenta de que tengo la boca cosida, no puedo despegar los labios y mi madre no me ve, y vuelve a buscar a mi padre, y vuelven a salir, y vuelven a morir…Siempre es el mismo final, aunque con variantes.
El apocalipsis…el fin del mundo. Recuerdo cuando me reía de ese tema, confiada de que ese momento jamás llegaría. ¿Acabarse el mundo? ¡Ja! Si nos hubieran dado una moneda por cada loco psicótico que amenazaba con el fin de los días… Y, sin embargo, el momento llegó. Mi madre solía recitar un refrán que viene de perlas en esta situación: “Tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe”. Creo que dijimos tantas veces que el mundo se acababa, que al final alguien tendría que acertar, claro… Estadística, creo. El caso es que nos pilló por sorpresa, nadie se esperaba ese final tan atroz.
Yo, personalmente, me imaginaba un fin del mundo más al estilo de la peli 2012, no sé si la habréis visto… Esa peli era un paseo tranquilo comparado con lo que ha pasado aquí. Las nubes tóxicas se extendieron, nunca sabremos cuál fue su origen, si fue un error humano, un ataque o qué. Solo sabemos que llegaron a todas partes del  mundo. Tras la lluvia, la población del mundo había sido casi destruida…un 85% de la población mundial desapareció entre esa agua venenosa que quemaba… ¡un 85%! Es demasiado para la primera fase. Luego vinieron los temblores, las erupciones de volcanes que hasta el momento habían estado inactivos o, incluso, desconocidos… numerosos tsunamis arrasaron diferentes partes del mundo, se abrieron enormes grietas que eran surcadas por auténticos ríos de fuego y despedían gases venenosos. El cielo fue oscureciéndose, ocultándose bajo una capa de nubes y polvo que crearon una noche perpetua y letal; respirar el polvo significa morir en poco tiempo. Ningún rincón es seguro, porque ese veneno penetra en todos lados…los que nos escondimos en las cuevas o en los sótanos, simplemente evitamos morir por la lluvia, pero aún quedaba el gas tóxico, el polvo o los ríos de lava, semejantes a enormes gusanos de fuego…tan hermosos para ver y tan letales… Sé de algunos que han muerto en los ríos, intentando lavarse se han encontrado con un agua sulfurosa y ardiente que parecía fresca y limpia… encontramos sus cuerpos, retorcidos y llenos de ampollas en la orilla…fue horrendo pero nos enseñó a no confiar en la naturaleza, esa naturaleza que antes controlábamos y que ahora se ha vuelto contra nosotros.
Las comunicaciones se cortaron a los 20 días del inicio del fin y con ellas se fueron las noticias y las esperanzas… dejamos la casa de Jameson, que nos servía como refugio en aquel tiempo, y nos refugiamos en las cuevas esperando tener una oportunidad. Sin embargo, la muerte de Lia nos hizo entender que estábamos muertos, condenados de antemano, viviendo una absurda vida que pendía de los hilos desgastados del destino. Jameson desapareció un día y estoy segura de que no volveré a verle. Quizás se haya tirado a uno de los ríos de lava, o haya vuelto a casa para morir en paz…No sé. Sólo sé que una mañana desperté y estaba sola. Me había dejado un cuaderno, en el que ahora os escribo, y un lápiz mordisqueado que era de su hija. ¿Por qué me dejo estos chismes? No estoy segura, quizás lo hizo pensando que escribir lo que nos había pasado me haría bien antes de morir… Él y Lia siempre decían que era buena contando historias. Solíamos pasar las tardes oscuras en la casa o en las cuevas, tumbados sobre el suelo rocoso, comiendo algo y yo contando historias que recordaba haber leído. Era nuestro “momento normal”, olvidábamos que estábamos en un mundo muerto y sentíamos la esperanza de que algún día volveríamos a estar bajo la luz radiante del sol. ¡Qué estúpidos fuimos!
Ahora entenderéis por qué he decidido a escribir esto.  Creo que tengo que decirlo  por si acaso alguien sobrevive a esta mierda, aunque lo dudo. Se oyen rumores de que existen colonias de refugiados más al norte, pero es complicado salir al exterior con esas nubes de polvo venenoso circulando por todos lados y las grietas incandescentes que se han abierto en varios puntos… Los que sobrevivimos al día del final somos pocos y estamos condenados a morir solos, alejados de nuestros seres queridos y sumidos en la desesperación de saber que moriremos sin poder impedirlo.
Si alguien sobrevive…si alguien logra salir de este infierno y salva lo poco que queda de la humanidad, si alguien consigue aunque sea una ligera esperanza para este planeta muerto… Solo espero que sepa aprender de los errores y no vuelva a causar una catástrofe como esta. Quiero que antes de inventar o tocar o modificar piense en estos momentos de oscuridad. Recuerde esa lluvia cayendo sobre las personas que más quiere, el dolor de verlos morir sin poder hacer nada, el escozor de los ojos al entrar en contacto con el aire envenado, el dolor indescriptible del cuerpo cuando ya está perdido y ese terror que nos invade al saber que estamos muriendo lentamente, como cobayas de un experimento frustrado…Piensa, por favor, en todos los que hemos muerto aquí, en estas malditas cuevas que se han convertido en nuestro refugio y en nuestra tumba. Recuérdanos y haz que nos recuerden para que nuestra muerte no haya sido en vano.
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2 comentarios:

  1. Enone, este relato me ha llegado muy adentro y me ha puesto la piel de gallina; mi pesadilla recurrente empieza con la caída de la luna, pero sigue con los ríos de lava y las grietas que tú describes. Suelo bromear diciendo que igual el mundo se acaba mañana, y que por ese motivo no merece la pena disgustarse por tonterías o preocuparse por cosas que no está en mi mano solucionar, o deprimirse; que si el mundo se acaba mañana, no pienso pasar las últimas horas de mal rollo, ni enojada, ni triste. Y así, a medias bromeando, he conseguido dejar de ser una persona negativa y he aprendido a disfrutar de cada instante, y ahora río, y amo, y comparto mi felicidad, y escribo, y vivo intensamente, como si no fuera a haber un mañana. Pero lo cierto es que el fin del mundo es lo que más me aterra, y he seguido leyendo tu relato porque tu prosa me engancha, aunque sabía que leerlo me iba a hacer sufrir. No he llorado porque no sé llorar, pero he estado a punto, y con eso creo que te lo digo todo.
    Hacía mucho tiempo que no leía un relato que me conmoviera tanto.
    Gracias por compartirlo.
    Ya te lo he dicho otras veces, pero te lo repito: eres fuente de inspiración. Mis Musas también dicen gracias.

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  2. Bea, no voy a volver a repetetirte lo que significa para mí que leas y comentes cada uno de mis post, porque creo que ya lo sabes; pero si tengo que darte las gracias por este comentario tan personal que me ha dejado ver algo más de tí. Muchas gracias por leer el relato hasta el final a pesar de que eso te hacía sufrir y muchas gracias por decir esas cosas tan bonitas...yo sí sé llorar (y bastante bien, que conste) y ahora mismo tengo las lágrimas empujándose por salir.
    Un beso y mil gracias.

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