No sé si conocéis esa horrible sensación de tener la cabeza llena de ideas y, sin embargo, ser incapaces de ponerlas por escrito o de comunicárselas a alguien... Yo llevo ya unos días con esa amarga sensación reptando por mi cuerpo y, os puedo decir, es la peor sensación que he tenido en mi vida.
Hoy estaba intentando escribir algo profundo para el blog, pero no encontraba las palabras...tenía en la mente una idea de lo que quería transmitir, tenía imágenes de lo que quería decir, pero las palabras huían de mí y se escondían tras obstáculos que frenaban mi interés. Esos monstruos, las palabras fugitivas, me lanzaban ideas efímeras con las que distraían mi hambrienta mente y yo, consciente del engaño, no podía más que articular extraños gemidos mentales que intentaban avisar del engaño...En fin, viendo que no podía vencerlas dije: No quieren que escriba nada en concreto...pues escribiré algo que no esperan. Y así, con esa idea, me he puesto frente al teclado y mis manos empezaron a teclear palabras que, en principio, no tenían mayor sentido, pero que se han convertido en esto. Así, creo, he engañado a esas bestezuelas que querían impedir mi acceso, las he atrapado en las redes de mi entendimiento y, cual herrero experto, las he modelado con el fuego del conocimiento para alcanzar la forma que podéis ver ahora.
¡Ah, ilusas criaturas informes! Se creyeron que era posible escapar al pensamiento y pensaron poder distraerme eternamente...
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