miércoles, 28 de diciembre de 2011

Especial Navidad

PÁRAMOS DE SOLEDAD OS DESEA...¡FELICES FIESTAS!

Amigos lectores, lo primero de todo quiero desearos unas felices fiestas. Espero que todos estéis pasando estos días en compañía de vuestros seres queridos, recibiendo todo el amor que os merecéis y olvidando con los buenos momentos aquellos malos que habréis pasado a lo largo del año.
Estas Navidades quería hacer algo especial en el blog, pero no he tenido mucho tiempo y los contratiempos me han impedido estar presente en la blogosfera. Como bien habréis notado, he cambiado el aspecto del blog por uno más navideño, con copitos de nieve incluidos, y que espero os haya gustado. Sin embargo, el gran acontecimiento o el gran regalo del blog para estas fiestas es el siguiente relato navideño que tiene como protagonistas a Daniel y a Elisa (quiénes no les conozcáis, podéis ir a la pestaña de Eterna Oscuridad y allí se os aclarará todo).
En Elindora no existe la Navidad, pero existe una festividad equivalente en la que se celebra el nacimiento de la diosa Mirthal, diosa de la tierra, cuyo nacimiento supone el nacimiento del mundo y de los seres que lo habitan. Es una festividad importante, dura tres días durante los cuales el trabajo no está permitido y los habitantes de Ember se dedican a festejar este acontecimiento. Durante el tercer día, el día de las hogueras, los habitantes de las ciudades encienden hogueras y cada uno de ellos pide un deseo a la diosa lanzando una figurilla de madera al fuego; si la figura es consumida por el fuego, significa que la diosa no va a cumplir su deseo, pero si la figurilla permanece intacta al final de la fiesta, entonces el deseo se verá cumplido.
Pues nada, después de esta pequeña explicación sobre la festividad del Nacimiento, sólo me queda dejaros tranquilos para leer este pequeño relato que espero os guste y desearos un maravilloso fin de año y una magnífica entrada en el año nuevo.




El cielo estaba encapotado. Nubes de color blancuzco se extendían sobre sus cabezas, sumiendo el mundo en un día extraño de luz desvaída. Un día perfecto para aquellos que no pueden exponerse a los rayos del sol; para aquellos obligados a vivir en una continua oscuridad, ese tipo de días eran una bendición pues les permitía disfrutar de un paseo a pleno día.
Las dos figuras encapuchadas caminaban con paso tranquilo por uno de los caminos que unían la gran ciudad de Painthful con las aldeas de la costa. Los encapuchados andaban en silencio, concentrados en el tenue calor que los rayos del sol velado producían en su piel; un calor soportable, incluso agradable para ellos, que les permitía soñar con ser de nuevo humanos.
El camino que normalmente estaba bastante transitado por carruajes de nobles que se trasladan a sus villas o por las carretas de mercancías que acuden a la ciudad en busca de una buena venta o por aquellos campesinos que van en pos de un trabajo o una oportunidad; sin embargo, ese día el camino estaba vacío y silencioso.
- ¿A dónde vamos, Dan? - preguntó una de las figuras, rompiendo el silencio con una voz aterciopelada.
- He pensado que podríamos pasar estos días de fiesta en alguna de las aldeas de la costa. - contestó el otro mientras se giraba para ver a su compañera y dejaba ver una sonrisa.- Este tipo de festividades hacen fácil que nos mezclemos entre los humanos y yo tengo algunos amigos a los que hace mucho que no visito...
- Nos darán caza, Dan. - suspiró ella, deteniéndose en el camino y dejando que la capucha resbalase por sus cabellos rizados.
- No puedes pensar siempre lo peor, Eli. - la voz del joven estaba preñada de tristeza mientras observaba los ojos verdes de la muchacha teñidos por el rojo pardo de la sed. - ¿Otra vez estás hambrienta?
- No. - contestó ella, bajando la mirada y acelerando el paso para evitar otro de los sermones de su compañero.
- Elisa, no puedes hacer eso. - dijo él, poniéndose a su altura y deteniéndola para mirarla a los ojos. - Si sigues fingiendo que puedes aguantar terminarás cometiendo una locura, ya te lo he dicho mil veces y...
- Lo sé, lo sé. - interrumpió ella. - No quería interrumpir la marcha, eso es todo.
- A veces me cuesta entenderte, Elisa. - suspiró él y, con una sonrisa, tomó el pálido rostro de ella entre sus manos y depositó un suave beso en su frente.- Venga, busquemos algo que  haga recuperar ese magnifico color verde a tus ojos.

Elisa nunca podría olvidar ese año. Fueron las últimas fiestas del Nacimiento que vivió con Daniel y las primeras desde su conversión en las que se había sentido casi normal. Aún podía recordar lo hermoso que le había parecido todo...la aldea a la que llegaron estaba adornada con miles de velas, telas de colores que colgaban de las casas o cruzaban las calles de balcón a balcón. La gente reía y bebía, cantaban canciones dedicadas a la diosa que trajo la luz al mundo... Nadie se fijaba en ellos mientras atravesaban las calles atestadas y se dirigían a las casas ubicadas en la parte norte. Se sentía completamente normal, como si ella misma pudiese llegar a mezclarse entre aquellas personas, quizás incluso podría convencer a Daniel de que fuese su pareja de baile...quizás podrían beber ponche a la luz de las hogueras y reír con las historias de los narradores...quizás pudiesen disfrutar de una noche normal, que culminaría con un beso tímido a la luz de alguna vela... Suspiró con tristeza y volvió a observar a aquellos humanos que se divertían sin advertir la amenaza que caminaba entre ellos; aquellos seres tan inofensivos ahora, pero que podían darles caza como si fueran animales. Y sintió su cuerpo hervir por la ira, los colmillos luchando por salir de su escondite, su parte más animal instándola a acabar con todos aquellos que tanto dolor podían causarle...aquellos seres que no podían ser más que comida para ella.


Daniel sonreía mientras observaba el rostro iluminado de Elisa, absorta en la contemplación de las celebraciones y sorprendida por la posibilidad de pasear entre humanos sin que intentasen darles caza. Desde que abandonaran la orden, Daniel se había sentido desolado por la vida que aquella joven iba a tener que llevar...alejada del mundo que conocía, obligada a esconderse, temerosa de todo aquel que se acercase... Él había pasado por ello, pero pronto había entrado a formar parte de la Orden y se había sentido arropado por la comunidad, algo que había hecho más fácil aceptar su condición como vampiro. Sin embargo, a Elisa le habían arrebatado esa oportunidad de vivir una vida casi normal, rodeada de gente en la que confiar, y eso le dolía más que cualquier otra cosa. Por eso, verla allí, rodeada de gente, y sonriendo le hizo pensar que la diosa le había concedido su deseo, el único regalo que podía pedir en una fecha tan significativa como aquella.
Lo notó incluso antes de que empezara. Conocía tan bien a Elisa que era capaz de leer sus pensamientos sin necesidad de tener ese don que ella poseía. Vió como su sonrisa se congelaba en sus labios carnosos adquiriendo la imagen de una mueca y supo que estaba teniendo uno de sus ataques...Siempre se olvidaba de que era joven. Demasiado joven como para controlar esos instintos que la susurraban instándola a dejarse llevar por su naturaleza. Nunca se había rendido y Daniel jamás había tenido la necesidad de pararla, pero nunca antes habían estado rodeados de tantos humanos...el olor de la sangre caliente inundaba todo el aire y Daniel se sintió estúpido por no haberlo notado antes.
- Elisa. - susurró, poniendo sus manos sobre los delicados hombros de su compañera que temblaba violentamente.- Venga, Eli, tú puedes vencer...lucha...imagina que estos humanos son parte de tu familia. - sabía que ese era un golpe bajo, pero también conocía bien a Elisa y sabía que ese comentario conseguiría traerla de vuelta. - Tu abuela, tu madre, tu padres...los hermanos que nunca tuviste...
- Dan...- susurró ella, cerrando los ojos y concentrándose en las imágenes que su compañero le transmitía.- ¡Oh, Dan! Lo siento mucho...no sé que...
- No pasa nada, Eli. - le tranquilizó él, sonriendo mientras la conducía con cuidado a una callejuela poco transitada. - Vamos, necesitas respirar aire fresco, querida.

Como siempre él la había salvado. Había impedido que se lanzara sobre aquellos humanos indefensos y los asesinará a todos. Había impedido que se convirtiera en lo que más odiaba. Daniel siempre la salvaba, siempre estaba allí para protegerla y devolverla al buen camino. Y mientras andaban por las callejas tapizadas de serrín, mientras los primeros copos de nieve caían sobre ellos creando fantasmagóricas sombras al pasar junto a las velas, mientras Daniel tomaba su mano con cariño y sonreía...entonces supo que él era el regalo que la diosa le había enviado.

4 comentarios:

  1. Mi querido espíritu afín, cuánto he echado de menos tus relatos!!
    He disfrutado mucho leyéndote de nuevono vuelvas a dejarme tanto tiempo sin tus palabras. Has vuelto!! Y quizás ahora regrese también mi inspiración.
    Te deseo un maravilloso 2012 repleto de buenos momentos, de incontables risas, de infinito amor y de grandes éxitos personales y literarios. No te rindas, Enone querida, recuerda que todos los sueños se cumplen, y yo estaré aquí todo el tiempo, apoyándote y deseando leer más.
    Te quiero mucho, mi niña!!

    ResponderEliminar
  2. Hago mías las palabras de Bea. Leerte me encanta, y cada nueva lectura deja claro que sigues evolucionando, tu estilo, el manejo de las palabras...
    sigue así, escritora, y disfruta de la espera aunque a veces sea difícil hacerlo, llegará un día en el que estaré frente a la caja de una librería pagando un ejemplar de tu libro.

    Me alegro de que hayas vuelto, eso significa que podremos leerte más a menudo y cotillear de nuestros desvarios.
    Te quiero mucho, mi niña!!!

    ResponderEliminar
  3. Tamara!!!! ¡Qué ilusión este relato de Daniel y Elisa! ¡Gracias por compartirlo! ¿Has vuelto a casa por Navidad? Espero que lo hayas pasado en grande con los tuyos y te deseo una feliz entrada de año. ¡Ya verás como 2012 va a ser un gran año!
    ¡Un beso guapa!!!!

    ResponderEliminar
  4. Mis queridas amigas, muchas gracias a todas por vuestros comentarios y perdonadme por tardar en contestaros.
    Bea, mi querido espíritu afín, me alegro de haberte hecho disfrutar con mi relato y yo también espero que este 2012 sea maravilloso para ti. No me rendiré, aunque haya veces que lo parezca...soy demasiado terca como para darme por vencida y, además, os tengo a vosotras cerca para recordarme porqué no tengo que rendirme. Tu inspiración nunca se ha ido, pero me alegro de ver que estas semanas ha estado más activa y me ha permitido deleitarme con esos relatos tuyos tan maravillosos.
    María, querida amigas, también a ti te doy las gracias por esas cosas tan bonitas que me dices y por detenerte en este pequeño rincón para leer lo que escribo...por supuesto que llegará el día en que tú tengas mi libro entre tus manos y yo tenga el tuyo, e intercambiemos dedicatorias delante de un cafecito :D Un besazo enorme, guapa.
    Pat, guapísima, como siempre muchas gracias por tu visita, tengo pendiente comentar algunas de las entradas de tu blog...dame tiempo, que estoy perezosilla :D Un besazo enorme y disfruta de las fiestas con tu familia.

    ResponderEliminar

Aquí puedes poner lo primero que se te pase por la cabeza...o...mejor, pon lo segundo!!!