Si pudieseis mirar en mi interior y ver todo lo que he sido y lo he soy ahora os aseguro que no os culparía cuando asomará en vuestros ojos una mueca de incomprensión, quizás, incluso terror. Hace tiempo que deje de soñar y de vivir, el mundo me parece tan triste y cruel como aquellas tragedias griegas que en su día me horrorizaban y que ahora entiendo como quien lo ha experimentado en sus propias carnes; ni siquiera me gusta ver películas románticas que antes me hacían romper a llorar desesperadamente porque, al verlas, siento ganas de gritar al mundo lo hipócrita que es... ¿Amor? Preferiría no haber conocido nunca esa maldita palabra, haberme mantenido en una ignorancia que me hacía soñar con príncipes azules que me rescataban de mi ordinaria y aburrida vida... no haber averiguado jamás que no existe un príncipe azul para mi y que marchitaré lentamente enterrada en un amor que ni siquiera existe, que es una mera ilusión.
¿Qué hablo así porque estoy herida? Sí, posiblemente. Me han herido durante dos años, sin piedad y sin miramientos de ningún tipo. Cúpido lanzaba su flecha contra mi corazón para después agarrarla y retocerla con saña, seguramente sonreía mientras mi cordura desaparecía, mientras mis ojos quedaban libres de la maldita venda que les ocultaba la realidad. Sí, creo que hablo desde el dolor, pero eso es solo una parte de mi visión, porque al dolor se le añade la incomprensión, la incertidumbre, el miedo, la traición y mil sentimientos más que solo había leído en los libros y cuya presencia me ha hecho enloquecer hasta el punto de escribir esto.
¿Qué hacer? ¿Qué creeis que puedo hacer? ¿Dejarle? Sí, sería lo más fácil, pero no puedo siquiera imaginarlo. Estoy enganchada como si de una droga se tratase...enganchada a un amor ficticio... enganchada a una vida gris y sin gracia... enganchada a una mentira.
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